
Un estudio liderado por la Universidad de Kioto, en colaboración con el Clever Dog Lab de Austria, concluyó que los perros no forman reputaciones sociales, ni siquiera después de presenciar o experimentar comportamientos generosos o egoístas.
El experimento, realizado con 40 perros domésticos, consistió en simular escenas de reparto de comida entre dos humanos: uno compartía y otro no. Los animales fueron divididos por edades (jóvenes, adultos y senior) y expuestos a tres escenarios distintos: interacción directa, observación y una situación sin presencia canina. En todos los casos, los perros no mostraron preferencia por el humano generoso, lo que indica que sus respuestas no superaron el azar.
Los investigadores utilizaron un diseño riguroso, sin sesgos y con marcadores objetivos, para registrar las reacciones de los animales. Según explicó Hoi-Lam Jim, autora principal, el estudio sugiere que la formación de reputaciones puede ser un proceso más complejo de lo que se pensaba, incluso en especies tan cercanas a los humanos como los perros.
Aunque estudios anteriores habían insinuado que los perros podían evaluar socialmente a las personas, los nuevos resultados contradicen esa idea. De hecho, en otras especies, como gatos, caballos o chimpancés, los hallazgos sobre este tema han sido igualmente inconsistentes.
Una posible explicación es que los perros domésticos están acostumbrados a recibir atención positiva sin importar quién se la brinde, lo que podría limitar su motivación para discriminar entre humanos. Además, factores como el tipo de prueba o el entorno controlado podrían influir en los resultados.
La ciencia aún no cierra el debate. Investigaciones futuras podrían explorar si perros de servicio, callejeros o policías actúan diferente en contextos menos predecibles. Por ahora, no hay pruebas concluyentes de que los perros puedan juzgar a las personas como muchos creen.
Los perros son expertos en leer gestos, tonos y expresiones faciales humanas. No porque “juzguen”, sino porque han evolucionado para interpretar nuestras señales y anticipar lo que viene: comida, atención, regaños o juegos.
Nos miran como si nos juzgaran, pero en realidad están observando, interpretando o esperando algo. Lo que nosotros vemos como juicio, muchas veces es solo atención, conexión o pura curiosidad.