
No se trata de insomnio ni de tener una mala postura, un gesto tan simple como rodearte de almohadas al dormir puede esconder mucho más de lo que crees.
Según una reciente investigación, nuestros hábitos nocturnos pueden ser señales silenciosas de lo que ocurre a nivel emocional, y uno de ellos podría estar diciéndonos que el cuerpo aún no ha bajado la guardia.
Las almohadas como reflejo del estado emocional
Un estudio publicado en Journal of Sleep Research examinó los patrones de sueño de más de mil adultos y encontró un patrón llamativo: quienes dormían con tres o más almohadas reportaban mayores niveles de ansiedad, despertares frecuentes y tensión matutina. Lo que parecía una simple preferencia de descanso se reveló como un posible intento inconsciente de gestionar el estrés.
Los investigadores sugieren que rodearse de almohadas podría ser una forma de crear una barrera emocional y física, una especie de “nido protector” para el cuerpo durante la noche. No se trata de un trastorno en sí, sino de una estrategia instintiva del cuerpo para calmar una mente hiperactiva mientras dormimos.
Cuando el cuerpo habla mientras dormimos
Este hallazgo apunta a una idea clave: la ansiedad no se apaga al cerrar los ojos. Durante el sueño, puede manifestarse a través de gestos repetitivos, movimientos involuntarios o, en este caso, la disposición del entorno de descanso. Las almohadas funcionan como objetos de transición, similares a las mantas de seguridad infantiles, que ofrecen consuelo frente a un mundo interior agitado.
Dormir con múltiples almohadas no debe preocuparnos por sí solo. Sin embargo, si se acompaña de otras señales sueño inquieto, pensamientos que interrumpen el descanso o sensación de opresión nocturna puede ser una llamada de atención.
Comprender estos pequeños gestos puede abrir una puerta a un mayor cuidado personal. Tal vez, al revisar cómo dormimos, encontremos pistas sobre lo que aún no hemos aprendido a soltar durante el día.