El año 2024 será recordado por uno de los encuentros más esperados en la historia del boxeo. Tyson Fury y Oleksandr Usyk se enfrentaron para definir al campeón indiscutido de los pesos pesados, una hazaña que no se lograba desde que Lennox Lewis dejó vacante uno de sus cinturones tras vencer a Evander Holyfield hace 24 años.
La pelea, celebrada en el Kingdom Arena de Riad, Arabia Saudita, no solo capturó la atención de los aficionados al boxeo, sino que también marcó un momento clave en la historia del deporte. Según Alex Pattle, especialista de The Independent, fue “presenciar la historia mientras se escribe”.
El camino hacia el combate no estuvo exento de dificultades. A pesar de las negociaciones iniciales en mayo de 2024, las disputas económicas retrasaron el acuerdo. Fury, además, debía superar un desafío previo contra Francis Ngannou, ex campeón de MMA que debutaba en el boxeo.
El enfrentamiento entre Fury y Ngannou resultó en una de las mayores sorpresas del deporte: Ngannou logró derribar a Fury, un momento que conmocionó al público. Aunque Fury ganó por decisión, la pelea dejó secuelas, incluida una lesión que aplazó el combate con Usyk hasta mayo.
El contraste entre ambos peleadores quedó en evidencia desde sus entradas al ring. Usyk optó por un estilo austero y simbólico, vistiendo un atuendo inspirado en los guerreros cosacos del siglo XVII. Fury, fiel a su carácter extravagante, realizó una entrada animada y teatral, mezclando música de Barry White y Bonnie Tyler.
Ya en el ring, el combate cumplió las expectativas. Usyk, con 37 años, demostró una técnica impecable y estuvo a punto de noquear a Fury en el noveno asalto. Sin embargo, Fury resistió y llevó la pelea hasta el final. Usyk finalmente ganó por decisión, asegurando su lugar como campeón indiscutido en una pelea que será recordada como un “clásico instantáneo”.
El evento tuvo lugar en Arabia Saudita, un país que busca consolidarse como un centro para el boxeo internacional. Aunque la organización del combate fue impecable, la elección de la sede generó críticas, señalando preocupaciones éticas sobre los esfuerzos del país por proyectar una imagen de modernidad a través del deporte.
Más allá de los cuestionamientos, el enfrentamiento entre Fury y Usyk dejó una marca indeleble en el boxeo. Fue un recordatorio de que, a pesar de las controversias y dificultades, el deporte sigue ofreciendo momentos de grandeza que trascienden generaciones.