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El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, anunció este jueves una drástica reducción en el número de refugiados admitidos al país, fijando el límite anual en 7,500 personas, la cifra más baja desde la creación del programa en 1980.
Según un documento emitido por la Casa Blanca, la nueva política establece que la prioridad en la concesión del estatus de refugiado será para sudafricanos blancos y para personas que aleguen haber sido víctimas de “discriminación injusta o ilegal” en sus países de origen.
Desde su retorno al poder el pasado 20 de enero, Trump ha congelado la mayoría de las admisiones de refugiados, argumentando que el programa “perjudica los intereses nacionales”. La única excepción notable han sido los afrikáners, descendientes de colonos neerlandeses en Sudáfrica, a quienes el mandatario calificó como víctimas de un supuesto “genocidio”, una afirmación desmentida por organizaciones internacionales.
La decisión de la administración Trump fue rechazada por organizaciones humanitarias y expertos en migración, que la calificaron de discriminatoria y contraria al espíritu histórico del Programa de Admisión de Refugiados de Estados Unidos (USRAP).
Según el IRC, más de 100,000 solicitantes ya han superado las verificaciones de seguridad y esperan ser reasentados, pero ahora podrían quedar excluidos por las nuevas restricciones.
Con esta medida, Trump marca un giro radical en la política migratoria y de asilo de Estados Unidos, que históricamente ha sido uno de los países con mayor capacidad de acogida.
Analistas consideran que el decreto responde a presiones de sectores nacionalistas dentro del Partido Republicano y a su estrategia de endurecer el discurso migratorio de cara a las próximas elecciones.
La reducción del cupo de refugiados y el sesgo racial en los criterios de admisión han reavivado el debate sobre el papel de Estados Unidos en la protección internacional y su compromiso con los principios de igualdad y no discriminación.