
Durante un acto celebrado este jueves por la Comisión Make America Healthy Again (MAHA), el presidente Donald Trump insinuó nuevamente que el aumento en la prevalencia del autismo en Estados Unidos podría estar relacionado con causas "externas" o "inducidas artificialmente", una afirmación que revive teorías sin respaldo científico.
“Antes era 1 caso entre 10,000, y ahora es 1 de cada 31 en el autismo. Creo que es algo terrible. Tiene que ser algo externo, tiene que ser inducido artificialmente, tiene que ser así”, declaró Trump durante su intervención en el evento organizado por MAHA, entidad creada en el marco de su actual campaña presidencial.
El comentario surge en un contexto en el que los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) informaron en abril que la tasa de diagnóstico de autismo en EE. UU. ha aumentado de 1 en 36 a 1 en 31 niños de ocho años. Sin embargo, la cifra mencionada por Trump de “1 en 10.000” no se corresponde con los registros históricos oficiales, ya que el monitoreo de los CDC comenzó en el año 2000, cuando la prevalencia era de 1 en 150.
La comunidad médica ha desmentido la idea de que exista una "epidemia" de autismo como tal. Los especialistas explican que el aumento en los diagnósticos se debe a una mayor conciencia pública, avances en las herramientas diagnósticas y una ampliación de los criterios clínicos.
Trump añadió: “No permitiremos que nuestro sistema de salud pública sea controlado por las mismas industrias que se supone deben supervisarlo. Por eso exigimos respuestas, la gente las exige, y por eso estamos aquí”.
Durante el evento, en el que también participó Robert F. Kennedy Jr., conocido por sus posturas críticas hacia las vacunas, se presentó un informe elaborado por la comisión MAHA. El documento, de 69 páginas, plantea una serie de factores que supuestamente son perjudiciales para la salud infantil, como los alimentos ultraprocesados, los químicos ambientales, el uso excesivo de tecnología y la sobremedicación.
El texto también hace un llamado a revisar las vacunas infantiles, diversos aditivos alimentarios, pesticidas y colorantes —entre ellos, ocho señalados por el informe—, sugiriendo que podrían estar relacionados con condiciones como el autismo, el TDAH y la obesidad. Sin embargo, el informe no proporciona evidencia científica que respalde estos vínculos.
Además, el documento compara la regulación alimentaria de Estados Unidos con la de Europa, criticando el uso extendido de aditivos y exhortando a las compañías de alimentos a reducir su presencia en los productos que consumen los niños.