
«Eres suficiente, tal como eres.»
Cuando tu valor propio depende de cómo te traten los demás, de tus logros o te valores en función de cómo te ven en los entornos en que te desenvuelves o de la admiración que inspiras, pudieras estar construyendo una emocionalidad frágil que camina en medio de lo volátil, incapaz de gestionar bien el rechazo y esforzándote en busca de la aprobación de los demás.
Todos necesitamos reconocimiento, eso es innegable dado que es una de las necesidades emocionales propias de todo ser humano. Sin embargo, hay que estar claro que el primer reconocimiento debe venir desde adentro, ya que uno debe gustarse, amarse y admirarse uno mismo y sentirse bien cuando se está en momentos de soledad.
Y si eres una persona con metas, proyectos y objetivos, serán muchos momentos de desplantes que vivas en tu entorno, sobre todo por aquellos que puedan sentirse amenazados, rezagados o molestos porque tu crecimiento los presiona a salir de su zona de confort.
Tu valor siempre debe ser dado por ti mismo, sin importar en función de cómo te traten, y en ninguna circunstancia puedes permitir la recurrencia de un trato que atente contra tu dignidad.
Pues cuando se rompe el dique del buen trato y la consideración, ya sea en lo personal, profesional o social, lamentablemente es muy difícil recomponerlo y si no tomas medidas inmediatas, la repetición de ese maltrato hacia ti puede ser constante.
Una persona muy sabia me comentó que toda relación debe contener las tres C, que según me dijo son la Comprensión, la Consideración y la Comunicación, de forma tal que si una de esas falta, a la relación se le dificulta el buen rumbo.
Por ello, quiero destacar que uno de los aspectos que menos se trata en las relaciones es sobre la importancia capital que tiene la consideración en el trato interpersonal, ya que es transversal a toda relación.
Por ello, uno debe valorarse por sí mismo, convencido de que tiene un valor superlativo para sí mismo, no por cómo te miran los demás, sino por cómo te ves a ti mismo.
Creo que una forma rápida y eficiente para saber si perteneces a un lugar es ver cómo te tratan y cómo te sientes allí, pues si te sientes a gusto, valorado y con libertad de ser tú mismo, es probable que debas permanecer allí. Si es lo contrario, debes moverte, pues no es tu lugar ni tu ambiente.
Por cuanto cuidar tu corazón, alma, cuerpo y mente supone un deber que va más allá de la supervivencia, sino que debe bordear siempre el bienestar y de ningún modo puedes medir tu valor en función de lo externo que tengas o representes en la sociedad.
Pues cuando aquello en que tienes apoyada tu autoestima desaparece, así mismo se esfuma tu valor y amor propio, causando que la inseguridad te sobrecoja como una avalancha de miedos e incertidumbres.
De manera que gestionar ese vacío existencial pudiera ser tan complicado como peligroso, pues conlleva transitar por senderos de oscuridad insondables que, en muchos casos y para muchas personas, suponen procesos insalvables.
Podemos finalizar diciendo que si tu valor te lo da algo fuera de ti, y no viene por un convencimiento absoluto como resultado de haberte conquistado a ti mismo, pudieras estar gestando una depresión que con el tiempo se llevaría de encuentro toda tu confianza.