SENASA y el 11-S (El arte de pasar de las palabras a los hechos

El caso SENASA ha sido una especie de 11-S (11 de septiembre de 2001) donde todo falló, se alinearon los astros del desastre. Todo falló, incluida la inteligencia, el sentido común, la honradez y hasta el coraje. Y digo coraje, porque en todo esto fue fundamental la cercanía del principal implicado con el presidente de la República.

Santiago Hazim es para el PRM, lo que para el PLD fue Alexis Medina, con la agravante de que, por lo menos en el caso del hermano (y también del cuñado) del presidente Medina, generalmente ambos cumplían con lo traficado en influencias.

Tanto lo ocurrido en el gobierno del PLD como en el del PRM, tiene que ver con el temor de los funcionarios a rechazar/denunciar al posible responsable, por su consanguineidad o amistad con el mandatario de turno. (A veces, los amigos, la familia pueden ser los peores, el Tío Sam, por ejemplo).

Sólo que, en el caso SENASA, la posible banda de secuaces posibles confió en que eran solo palabras presidenciales, promesas de campaña, aquello de que “yo tengo amigos, no cómplices”, y esa confianza los perdió.

El caso representa un grave riesgo para el PRM y sus aspiraciones de continuar en el poder. Y es que, ha sido a Luis Abinader a quien por su talante democrático, por su integridad y por escoger el país sobre un amigo, ha exculpado la mayoría del pueblo dominicano, no al PRM.

Por eso, para el partido de gobierno es tan importante que ocurra el milagro de que, al fin, la verticalidad de un mandatario y la relativa independencia del Ministerio Público -en lo que a la lucha contra la corrupción se refiere- logren lo que en el país nunca se ha logrado: una condena definitiva por corrupción contra funcionarios de un gobierno, a partir de un sometimiento del mismo Poder Ejecutivo y quien lo manda.

Cómo BANINTER u Odebrecht para el PRD y el PLD, respectivamente, el caso SENASA podría costarle el poder a un PRM, que tiene ante sí el desafío de ganar unas elecciones sin su mejor candidato.

Y todo porque éste, Abinader, honrando otra vez su palabra, no aceptó hacer lo que en el país han hecho la mayoría de los presidentes desde Santana hasta ayer: intentar y hasta modificar la Constitución con el único objetivo de beneficiarse de ello.