“Cantar en Nueva York no es una victoria mía, es una victoria de mi idioma”, aseguró Joaquín Sabina en una entrevista para Esquire, sobre lo que representó subirse por última vez al escenario del mítico estadio Madison Square Garden, a sus 76 años y con medio siglo de escenarios en sus espaldas.
Frente al final del camino artístico, Sabina no dramatiza, más bien celebra. Se despide con su característico estilo, y con la convicción de quien no se debe nada a sí mismo. “No tengo esa cosa terrible de tener que cantar todos los días: cuando no canto estoy bien”, destacó el cantautor español.
Para Sabina, “Hola y adiós” es su última gira internacional de presentaciones en vivo, pero no la última canción. “Estoy escribiendo otros cien sonetos. Llevo sesenta, y además tengo cinco o seis canciones nuevas para un disco”, agregó el cantante.
La importancia del idioma para Sabina
Desde el escenario de uno de los recintos más emblemáticos del mundo, Sabina volvió a insistir en lo que más le conmueve de cantar fuera de casa: el poder de su idioma. “El otro día tocamos por primera vez en Chicago, con 22 grados bajo cero, todo nevado, y el público llenó y se sabía las canciones”, recordó sobre su show de febrero. Además agregó: “Me pareció un milagro el modo en el que las canciones viajan y se meten en la memoria emocional”.
El idioma español es su verdadero hogar y reconoció que sus versos lo preceden, incluso en los lugares donde menos lo esperaba. “Mis canciones habían viajado antes que yo”, subrayó sobre la trascendencia de sus canciones a nivel global.
Un retiro sin objetivos pendientes
Sabina no se marcha con nostalgia ni remordimientos. “Sería un abuso por mi parte tener espinas clavadas cuando la vida me dio cosas que ni siquiera me había atrevido a imaginar”, afirmó. De esta manera, se retira después de dos giras memorables y con la sensación de haber dejado una obra duradera, sobre esto explicó: “Creo que dejo una colección de 25 canciones que me van a sobrevivir”.
No hay frustración, solo una serenidad nueva que parece venirle bien. “Quiero hacer mi libro de sonetos, un disco, y quiero estar pintando y escribiendo en casa”, adelantó. Además, su hogar ya no es escenario de bohemias, sino refugio de libros raros, amor cotidiano y silencios elegidos.
La vida nómada de Sabina: De Londres a Nueva York
Desde que huyó de la dictadura franquista para instalarse en Londres, hasta este adiós en Nueva York, la vida de Sabina fue una sucesión de escenarios y ciudades. “¡Nueva York es Babilonia! Es la capital del mundo”, resaltó entusiasmado. Además añadió: “Tiene una oferta cultural, musical… increíble”.
Su primer viaje a la ciudad fue una aventura improvisada con una amante argentina. “Estuvimos cuatro o cinco días y la sensación fue como estar en las películas en las que Woody Allen iba de Brooklyn a Manhattan. Todo me producía un deslumbramiento tremendo”.
Última gira con los mismos nervios
El escritor entiende que esta sí es la última gira. “La anterior todo el mundo creía que sería la última, y en el fondo de mi corazón yo también lo creía”, reconoció. Pero encontró tanto cariño y complicidad que se permitió repetir. A propósito de esto comentó: “Y está siendo más gozosa incluso”.
Los nervios al espectáculo no se van. “Sea donde sea paso una hora mala antes de cantar, pero mientras la paso ya sé que voy a salir y que voy a hacer como Dios manda mi trabajo”, compartió. El único lugar que realmente le imponía era Las Ventas (España). “Ese miedo y emoción no los volví a tener ni en el Madison”, admitió.
Entre sus próximos proyectos, Sabina no descarta la escritura de una autobiografía, pero duda del formato. De acuerdo con esto, explicó: “Nunca encontré la fórmula, no sé si sería una cosa cronológica o si sería un caleidoscopio. Yo me animaría más con un cajón desastre”.
La fama y su vida cotidiana
“La fama me echó de los bares, de la calle y de la noche”, lamentó. Lo que en algún momento eran sus territorios naturales, hoy parecen lejanos en el recuerdo: “Mi modo de escribir era en los bares a las tres de la mañana. No me importaba que estuviera lleno de gente siempre que a mí me dejaran tranquilo, y eso hubo un momento en el que ya no fue posible”.
Sabina vio cómo los teléfonos móviles cambiaron el mundo. “Me acuerdo de nuevo de Woody Allen en Desmontando a Harry, cuando va al infierno y ve a un tipo y le dice: ‘¿Tú qué has hecho?‘. Y el otro responde: ‘Inventé el metacrilato’. Siempre me acuerdo del cabrón que inventó los selfies, me amargaron seriamente la vida”, concluyó el artista, como parte de su relación con la tecnología.