
Una reciente investigación publicada por el diario italiano Corriere della Sera, basada en los testimonios de al menos una docena de cardenales, reveló detalles desconocidos del último cónclave que eligió al estadounidense Robert Francis Prevost como nuevo Papa.
Desde la primera votación, la elección estuvo marcada por una fuerte división entre tres candidatos: el italiano Pietro Parolin, el conservador húngaro Peter Erdő y el propio Prevost. La falta de unidad entre los cardenales italianos debilitó la candidatura de Parolin, mientras que Erdő no logró ampliar su apoyo más allá de los sectores conservadores. Por el contrario, Prevost, quien había sido nombrado días antes para coordinar las reuniones previas, fue sumando respaldo de forma constante hasta imponerse en la cuarta votación.
El momento en que Prevost alcanzó los 89 votos necesarios para ser elegido fue descrito como profundamente emotivo. La Capilla Sixtina rompió su habitual silencio con una ovación de pie. Algunos cardenales lloraban. El nuevo Papa, abrumado por la emoción, permanecía sentado con la cabeza entre las manos. Fue necesario que lo ayudaran a levantarse.
Prevost, de origen agustino y nacido en Chicago, no aparecía entre los favoritos en los días previos al cónclave. Sin embargo, su actitud serena, su método de trabajo y su capacidad para dialogar le permitieron destacar entre los demás. Fue designado el sábado 3 de mayo para colaborar en la organización de las sesiones diarias. Desde entonces, varios cardenales, como Joseph Tobin de Newark, comenzaron a ver en él una figura confiable. “Bob, podrían proponerte a ti”, le comentó.
Mientras las principales candidaturas se estancaban, Prevost emergía como una alternativa de consenso, capaz de unir a sectores diversos del colegio cardenalicio, incluidos algunos italianos que no apoyaban a Parolin. Su perfil reservado y su cercanía con las reformas impulsadas por el papa Francisco, aunque con un tono más reflexivo, lo convirtieron en una opción aceptable para muchos.
Por otro lado, la candidatura del cardenal Peter Erdő, arzobispo de Esztergom-Budapest, fue perdiendo fuerza. Aunque comenzó con un respaldo firme por parte de sectores conservadores —incluidos algunos prelados africanos y europeos—, su perfil intelectual, rígido y poco proclive al diálogo no logró atraer a los cardenales más moderados ni a los nombrados por Francisco. Su figura terminó aislada en medio de un electorado diverso y exigente.
El bloque italiano, que históricamente tuvo peso decisivo en los cónclaves, tampoco pudo imponerse. La falta de cohesión entre los cardenales italianos quedó en evidencia desde la primera noche, cuando ya de regreso en la residencia de Santa Marta tras una votación sin resultados claros, varios admitieron que la desunión era un obstáculo para la candidatura de Parolin.
Todo esto abrió el camino para una figura que venía de fuera de los círculos tradicionales de poder en el Vaticano. En la cuarta ronda, el nombre de Prevost comenzó a repetirse en casi todas las papeletas. Según relató el cardenal Lazarus You Heung-sik, “las papeletas se volcaron de forma abrumadora” hacia el estadounidense. Incluso el cardenal Tagle, para aliviar la tensión del momento, le ofreció un caramelo a Prevost antes de que se confirmara su elección.
La votación final, según testigos, rozó las tres cifras. Uno de los presentes lo resumió así: “El Espíritu Santo nos guió a una decisión unánime”. Otro agregó: “Fue un momento de comunión, no de cálculo político”.
Robert Prevost asume como nuevo líder de la Iglesia Católica con un perfil humilde, contemplativo y con una disposición a continuar con el legado de Francisco, pero con un estilo propio. Su elección marca un punto de inflexión en la historia reciente del Vaticano: la confirmación de que el consenso, la sobriedad y la apertura al diálogo aún tienen fuerza entre los muros de la Capilla Sixtina.
Infobae