Casi dos semanas después de que los republicanos encajaran una significativa derrota electoral en Georgia, Nueva Jersey, Pensilvania y Virginia, gran parte de la dirigencia del partido sostiene que no existe un problema con su plataforma, su discurso ni con el liderazgo del presidente Donald Trump.
Trump insiste en que los demócratas y los medios están manipulando a votantes preocupados por el costo de vida y la situación económica.
En un intento por evitar otro revés en las elecciones legislativas de mediados del próximo año, funcionarios republicanos están aconsejando a sus aspirantes a cargos públicos que se alineen por completo con el presidente y destaquen con más fuerza los logros de su administración.
Esa postura se desprende de conversaciones internas, reuniones informativas y discursos de figuras clave del partido en Washington tras las pérdidas sufridas el 4 de noviembre.
El análisis deja claro hasta qué punto el destino del Partido Republicano está ligado a Trump, un mandatario de mandato limitado que sostiene que la economía bajo su gestión nunca ha sido más sólida.
Esto ocurre incluso mientras crece el número de ciudadanos que asegura que su realidad económica no coincide con ese escenario optimista.
Aún así, con contadas excepciones, los republicanos evitan contradecir al presidente.
“Los republicanos encaran el próximo año más unidos detrás del presidente Trump que nunca”, afirmó Kiersten Pels, vocera del Comité Nacional Republicano.
“El partido está completamente comprometido con su agenda de Estados Unidos Primero y con los resultados que está entregando. Las políticas del presidente son bien vistas, movilizan votantes y mantenerse junto a él es el camino más seguro hacia la victoria”, añadió.
No obstante, la popularidad de Trump es similar a la que tenían Barack Obama y George W. Bush en esta misma etapa de sus mandatos. En ambos casos, sus partidos perdieron numerosos escaños en sus elecciones de medio término.
Tras los comicios, la Casa Blanca ajustó discretamente su estrategia comunicativa para enfocarse más en el tema del costo de vida.
Gran parte del primer año del segundo mandato de Trump ha estado marcado por sus disputas comerciales, la intensificación de las medidas contra la inmigración irregular, el despliegue de la Guardia Nacional en ciudades del país y el cierre federal más prolongado de la historia.
En los días posteriores a las elecciones, el presidente comenzó a hablar con más frecuencia sobre asequibilidad. El viernes, anunció la reducción de aranceles a productos como la carne de res, señalando que los consumidores perciben precios demasiado elevados. Aun así, su mensaje principal sigue siendo que la economía está mejor de lo que reportan los medios y que los precios son más bajos.
Se trata del mismo discurso que el presidente demócrata Joe Biden impulsó durante años, sin obtener grandes resultados.
En una publicación reciente en redes sociales, Trump afirmó que los costos están “cayendo en picada”.
“Cuando los demócratas hablan de asequibilidad, es una mentira. Es totalmente falso”, escribió. “¡Los costos de Acción de Gracias son un 25% más bajos que el año pasado bajo el Corrupto Joe! ¡Somos el Partido de la Asequibilidad!”
Pocos días antes, en una entrevista en Fox News, declaró: “Tenemos la mejor economía de la historia”.
Sin embargo, los datos no respaldan esas afirmaciones: los precios de los alimentos están 2.7% por encima de los registrados en 2024.
Según la Encuesta de Votantes de AP, la principal preocupación en las elecciones recientes fue precisamente la economía.
El estratega republicano Doug Heye advierte que el enfoque de Trump no necesariamente favorece al partido ni a sus candidatos, quienes enfrentarán un escenario complicado en 2026, año en que se renovará el control del Congreso. Históricamente, el partido que ocupa la Casa Blanca sufre pérdidas en ese tipo de elecciones.
“Los republicanos tienen que demostrar a los votantes que comprenden sus dificultades y que están trabajando para resolverlas”, indicó Heye. “Eso resulta complicado cuando el presidente genera caos que desvía la atención de Washington y los medios”.
“Los candidatos no pueden permitirse distracciones”, agregó. “Como se vio en Virginia, si no hablas de lo que preocupa a los votantes, te dejan de lado”.
Fuera de Washington, algunos candidatos republicanos muestran perspectivas distintas a las de Trump.
La congresista por Nueva York Elise Stefanik, quien lanzó su campaña para la gobernación la semana pasada, señaló que la economía es, sin duda, el tema dominante entre sus votantes. También restó importancia a la insistencia del partido en asuntos culturales como la participación de atletas transgénero, un eje clave de la campaña republicana en la reciente elección de Virginia.
“Aunque apoyo la protección de los deportes femeninos, nuestras conversaciones se centran en impuestos altos, gasto excesivo y falta de asequibilidad”, indicó a The Associated Press.
Stefanik presentó una postura cuidadosa sobre el liderazgo de Trump: no criticó sus políticas principales ni sus decisiones, pero tampoco aseguró que el partido esté completamente cohesionado detrás de él.
“Mi percepción es que nuestro partido está totalmente unificado en sacar a Kathy Hochul del cargo”, declaró sobre la gobernadora demócrata. “Estoy enfocada en ofrecer resultados a los neoyorquinos”.
Aunque destacó que un gobernador debe mantener “una relación de trabajo efectiva” con Trump, evitó pronunciarse sobre si respaldaría el envío de la Guardia Nacional a Nueva York, como él ha sugerido. “No sería necesario si hubiera un gobernador republicano”, sostuvo.
Sus declaraciones reflejan los desafíos que enfrentan los republicanos en estados políticamente complejos.
El Comité Nacional Republicano, brazo político de la Casa Blanca, difundió una serie de mensajes internos minimizando las recientes derrotas, calificándolas como predecibles en estados dominados por los demócratas.
Los documentos, obtenidos por AP, dejan fuera las pérdidas en Georgia y Pensilvania y exageran la fortaleza política del presidente, asegurando que goza de mayor apoyo que Obama y Bush en esta etapa de sus gobiernos.
Esa afirmación ha sido ampliamente repetida en medios conservadores.
Un análisis de AP muestra que la aprobación de Trump no supera la de Obama o Bush en sus segundos mandatos. Su índice actual, de 36% en una encuesta de AP-NORC, es ligeramente superior al que tenía en el mismo punto de su primer mandato. Obama y Bush, de acuerdo con Gallup, rondaban la franja baja del 40% en este punto, una cifra similar a la que obtuvo Trump en la última medición de Gallup en octubre.
En ambos casos, demócratas y republicanos sufrieron derrotas significativas en las elecciones de medio término que siguieron.
Aún así, el mensaje diseñado por el equipo de Trump insiste en reforzar el apoyo al presidente y a su agenda.
Las recientes elecciones “no fueron un referendo sobre el presidente Trump, los republicanos en el Congreso o la Agenda MAGA”, señalan los documentos del RNC. Para ganar en 2026, “los votantes de ‘Make America Great Again’ deberán acudir a las urnas; el presidente y el partido se encargarán de lograrlo”.