
En los primeros días del arranque del año escolar, tenían su primer encuentro los señores directores y directoras de centros educativos públicos y privados de este Distrito 14-06 de El Factor. El mismo era en nuestro centro educativo San Francisco Secundario.
En esos días estaba muy caliente el corte mío que se fue viral. En el que hablaba del corte de pelo, no cejas tajeadas y la exigencia de la puntualidad.
Que a propósito, aunque ya he hablado de ello, pero habré de poner por escrito los motivos que me llevaron a hacer dicho comentario, que en realidad duraba 16 minutos. Pero retomando la conversación sobre los directores, yo llegué cuando casi terminaba la actividad, solo para dar un aviso.
Como la actividad terminó con mi aviso, inmediatamente varios directores y directoras me rodearon para hablarme del corto audiovisual que se volvió viral.
Y para solicitarme si podía apartar una fecha para reunirme con todos ellos en orden a tener un conversatorio sobre el tema disciplina y sus sucedáneos, como la puntualidad y algunas estrategias posibles para comenzar a lidiar con la situación que desde hace mucho tiempo viene aquejando al sistema educativo público dominicano.
En el transcurso de la conversación, que era un poco de carácter informal, a mí se me ocurrió hacer la propuesta a los directores, diciendo que yo veía con buenos ojos que en cada centro educativo pudiera nombrarse una persona específica que se encargara de cuidar y vigilar cada día el horario de entrada a los centros educativos, así como supervisar el código de vestimenta, la presencia física, como el tema del corte de pelo, no aretes en varones u otros artefactos y modas que los muchachos pudieran exhibir y que considero simples distracciones del proceso.
Además, decía yo, que esa figura también esté atenta, durante el día, para cuidar y velar en los diversos espacios comunes. Porque en los centros educativos a día de hoy, lamentablemente, hay que hacerse auxiliar de los maestros, asignándoles determinados espacios para que estén vigilando y acechando, sobre todo, durante el recreo o en la hora del almuerzo, quitándole así sus espacios de respiro y que, además, el Maestro pueda comer con tranquilidad.
Agregaba, también, que esa figura [el supervisor de orden y disciplina] pasara echando un vistazo por las aulas, sobre todo, cuando en alguna aula, algún que otro Maestro, no tiene el dominio total de la misma, para que ese personaje colabore [intervenga] directamente con el orden de las aulas. Debo decir, que, en el fondo, esta era la labor que yo, al menos en el Liceo Politécnico Profesor Juan Bosch [El Abanico] y en el Liceo Politécnico Manuel Salomé Taveras, realicé; pues, a ambos lugares fui a trabajar y a prestar mi servicio fundamentalmente para colaborar, precisamente, con el rescate del orden, la disciplina, el buen comportamiento, el respeto y temas disciplinares
Pero intervino el maestro Nelson Rodríguez [Director de la Escuela Primaria El Pozo] y me dijo: “padre, si esa figura se intenta implantar o usted la sugiere y de pronto se hiciera realidad, eso se convertiría en un relajo, porque de una vez los partidos políticos o el partido que esté en el gobierno, va a intentar colocar a sus compañeritos y a sus amigos”.
Yo le dije al maestro Nelson Rodríguez: Maestro, pues, dígame entonces qué usted sugiere; y él me dijo, “padre es fácil, basta con que se nos devuelva la autoridad a los directores y directoras y yo le aseguro a usted que todo prontamente volverá a la calma y a la normalidad y al buen desempeño y desarrollo de los procesos de enseñanza-aprendizaje en cualquiera de las escuelas y liceos públicos de la República Dominicana. Es solo eso, que el Ministerio nos devuelva la autoridad que nos quitó. Eso resolvería inmediatamente la mayoría de esas dificultades que usted menciona y que día a día tenemos que enfrentar con las manos atadas e impotentes”.
La conversación se extendió un poco y se pedía que la idea pudiera hacerse extensiva a la figura del Maestro, diciendo que es necesario que se dote o se restituya de autoridad a estos. No estábamos diciendo con ello que el maestro sea una especie de ley, batuta y constitución como antiguamente, donde un maestro fácilmente podía llegar a dar pelas en los centros educativos.
No hablamos de eso. Lo que sí decíamos, es que cada estudiante sepa, como dice la ordenanza 05-2023 en su art. 8, el respeto que le debe a cada maestro y que debe respetar y cumplir las normas concretas de convivencia en los diversos espacios donde se desenvuelve, sobre todo, en la convivencia del día a día en las aulas. Que fundamentalmente haya una distinción de los roles de cada quien en el quehacer cotidiano de los centros educativos.
Urge que el Ministerio de Educación apoye una nueva política de actuación alejada del psicopedagogismo del buenismo y las corrientes psicopedagógicas marcadas por la psicología evolutiva [que yo llamo evolutivista] y psicoanalítica.
También poner el ojo en buscar un equilibrio adecuado respecto a la inflación del derecho positivista. Necesitamos nuevos criterios más sensatos y acordes con la situación apremiante que vivimos.
Naturalmente, para esto, tiene que haber un pacto de todos los actores. Un actor fundamental primario es la Asociación de Profesores. Esta tendría que hacer su parte, animando a los maestros a volver a creerse lo que son.
Yo por eso no uso la palabra profesor, prácticamente siempre uso la palabra MAESTRO, para referirme esencialmente a una figura, a unas condiciones, a un talante, a un perfil de comportamiento, dentro y fuera de los centros educativos.
Porque es muy lamentable, cuando uno escucha algunos maestros y maestras diciendo que “yo también tengo mi vida privada cuando salgo del centro”. Pero lo dicen, algunas veces, para defender comportamientos pocos adecuados y pocos ejemplares. Hablo aquí de la necesidad de un proyecto conjunto, de un compromiso en donde el MINERD, la ADP