La idea de que quienes no disfrutan de la compañía de los perros carecen de empatía es un prejuicio sin fundamento, según la psicología. Especialistas señalan que la falta de afinidad hacia estos animales responde a factores personales y no a una carencia emocional.
La psicóloga Olga Albaladejo explicó a la revista CuerpoMente que existen motivos legítimos detrás de esta postura, como experiencias negativas en la infancia, estilos de apego reservados, fobias específicas, hipersensibilidad a ruidos y movimientos, o incluso la falta de tiempo y energía para asumir los cuidados que requiere un perro.

En su experiencia, ha identificado distintos perfiles: personas estructuradas que perciben a los perros como caóticos, individuos con estilo evitativo que se sienten invadidos por la intensidad afectiva del animal, y quienes presentan alta sensibilidad sensorial o neurodivergencia, a quienes les incomodan el ruido, el pelo o el movimiento de los perros.
Estudios internacionales también han analizado la relación entre personalidad y preferencia animal. Mientras quienes se identifican con los perros suelen ser más sociables y estructurados, los amantes de los gatos tienden a mostrar independencia y creatividad. Estas diferencias, aclaran los investigadores, reflejan únicamente estilos de vida y no determinan la capacidad de empatía.
La empatía, sostienen los expertos, puede expresarse de múltiples maneras: en las relaciones humanas, el arte, la naturaleza o las causas sociales. Incluso en contextos culturales y generacionales, la percepción de los perros varía, pues en zonas rurales son vistos principalmente como animales de trabajo y no como mascotas emocionales.
Con ello, la psicología desmonta la creencia de que la sensibilidad humana se mide por la afinidad hacia los perros y resalta que la empatía es un rasgo más amplio que trasciende la relación con cualquier especie animal.