
Para ser moral basta proponérselo, pero para ser inmoral se necesitan condiciones especiales. Precisamente, son esas condiciones especiales las que personajes del crimen organizado poseen a la hora de ofrecer su dinero a los partidos políticos a cambio de impunidad y, últimamente, hasta de una curul, una alcaldía o regiduría.
En el tema, ninguno de los partidos que en el país gobierna debería alzar la voz, salvo para pedir perdón. Lo de la guitarra y el violín ya fastidia.
Desde 2020 ha tocado el turno de las vergüenzas al gubernamental PRM, como antes al PLD. El PRM, como aquel PLD de Bosch a partir de 1999 (fecha del pecado original en sus internas), cedió a la “tentación inapelable” en 2020 y 2024, por lo que ahora le toca cosechar sus frutos, y al PLD criticarlos e incluso hasta indignarse.
Ante el show de mal gusto que antes el PRSC y el PRD, posteriormente el PLD y finalmente el PRM han ofrecido al electorado desde hace mil años y cada vez peor, es lógico que los ciudadanos hayan perdido la fe y la esperanza en los partidos y los políticos, por lo que les votan pero no les creen.
Hablo de unos señores que, como los malos amores, no tienen conciencia de nada y son capaces de todo, incluso de corromper a partidos que en sus años iniciáticos, de tan honrados parecían una secta de seguidores de Francisco, el de Asís, o de Diógenes, el cínico.
El clientelismo político continuado ha pervertido a una parte de los votantes, y a la otra le ha partido el corazón. Por eso el aumento en el porcentaje de abstención en las elecciones.
El clientelismo, la corrupción, son ya parte de nuestra cultura política, y no estamos haciendo lo suficiente para impedirlo, sino todo lo contrario. Abaratar el costo de las campañas electorales, por ejemplo.
En las condiciones actuales, no hay manera de que una organización llegue al poder, sin el compromiso de pagar el costo ético de los favores recibidos, de los errores cometidos al aceptar como candidatos, por ejemplo, a quienes la auditoría visual del barrio o el pueblo ya condenaba, o lo que es peor, celebraba y adulaba.
Nuestros partidos deben ser capaces de resistir las tentaciones del crimen organizado, y evitar convertirse en cárteles políticos. Cárteles y no de los soles, sino de los verdaderos.