Ni sumisión triste ni confrontación suicida

La diversificación de socios económicos y diplomáticos es crucial para un país con bondades únicas. Reforzar integración regional y evitar alineamientos automáticos son clave en un mundo multilateral.

Un país no tiene que elegir entre la sumisión triste ni la confrontación suicida. La diplomacia tiene sus juegos, estrategias, habilidades.

Las últimas actuaciones de nuestra Cancillería mueven a preocupación, pues ante el acoso del presidente de Estados Unidos a quien ose llevarle la contraria, ha reaccionado convirtiéndose, más en el aliado que siempre hemos sido, en una especie de brazo operativo. Posiblemente, la cancelación de la Cumbre por causas del síndrome de las sillas vacías, nos salvó del bochorno de tener que ejercer esta nueva función. Dios existe.

Siempre hay alternativas. Algún rejuego ha de tener un país como el nuestro, con bondades que le hacen atractivo ante otros polos de poder. Y no hablo de cambiar de amistades, sino de sumar nuevas, de la diversificación de socios económicos. Al fin, sólo Trump parece ignorar que vivimos en una aldea global de poderes multilaterales que van creciendo.

Somos el corazón del continente, el magnífico puente entre Europa y América, la frontera imperial, que decía Bosch, beneficiarios del nearshoring o como se escriba, el país más estable política y económicamente en la región, ¡ay!, para no hablar de las bondades humanas del ser dominicano en sus esencias. (Lo que no cura las caricias de una mulata en flor, no hay médico que lo sane; qué dominicano no lo sabe).

En fin, que hay que apurar los esfuerzos de integración regional, CARICOM, CELAC, SICA (¿a quién se le habrá ocurrido tan escatológico nombre?). Ser proactivos, reconociendo el carácter multilateral del mundo y “evitando los alineamientos automáticos”, las complicidades innecesarias, en especial cuando se trata de agredir a países hermanos, aunque padezcan gobiernos de la llamada democracia iliberal, de izquierda o derecha, desde Maduro a Orban o Erdogan.

Y no olvidar lo principal. En el plano interno debemos promover el orden, la educación y la institucionalidad con respeto, y estar dispuestos a pagar el precio. Para vivir mejor, hay que ser mejor, igual ocurre a los países.

En fin, nuestra Cancillería (ya hablaremos del nuevo canciller modelo 2026) debe esmerarse en defender nuestra libertad para tocar otras puertas, como en 1971 lo hizo el canciller Kissinger para los Estados Unidos, quien, en defensa de sus intereses, estableció relaciones diplomáticas con un gobierno comunista y en plena guerra fría. O sea, los intereses nacionales sobre cualquier cosa, incluida la ideología. Gran enseñanza del fúnebre pero brillante Mr. Kissinger.

El bulevar de la vida
Pablo McKinney