El jefe de la diplomacia estadounidense, Marco Rubio, presentó este martes un ambicioso plan de reorganización del Departamento de Estado. Este plan contempla la eliminación de oficinas clave relacionadas con los derechos humanos, los crímenes de guerra y la promoción democrática, lo cual calificó como una necesaria modernización del aparato diplomático.
Rubio explicó que la iniciativa busca adecuar la estructura del Departamento a una “nueva era de competencia entre grandes potencias”, señalando como prioridad la rivalidad estratégica con China. En su comunicado, criticó que la burocracia actual está “más comprometida con la ideología política radical que con los intereses fundamentales de Estados Unidos”.
Una de las medidas más destacadas es la eliminación de la división encargada de promover la democracia, la seguridad civil y los derechos humanos. Esta será reemplazada por una nueva Oficina de Coordinación para la Ayuda Exterior y los Asuntos Humanitarios, que también asumirá las funciones reducidas de la USAID, la cual ha sido desmantelada en gran parte desde el inicio de la administración de Trump.
La reestructuración también incluye la eliminación de la Oficina de Crímenes de Guerra y la Oficina de Conflictos y Operaciones de Estabilización, ambas dedicadas a la prevención de atrocidades en el extranjero. Además, se reemplazará la protección de los derechos laborales por un enfoque centrado en la "libertad religiosa" en los foros internacionales.
En términos administrativos, Rubio indicó que se reducirá el número de oficinas del Departamento de Estado de 734 a 602, y que los subsecretarios deberán presentar planes para recortar el personal en un 15 % en los próximos 30 días. Aunque no se esperan despidos inmediatos, sí habrá reubicaciones y eliminación gradual de puestos.
Un alto funcionario del Departamento, que prefirió mantener el anonimato, confirmó que las cifras "parecen correctas" y que se iniciará un proceso de consulta interna y con el Congreso durante el próximo mes para afinar los detalles del plan.
La reestructuración refleja una visión más pragmática y nacionalista de la política exterior estadounidense, enfocada en la seguridad, los intereses estratégicos y la eficiencia institucional, alejándose de su rol tradicional en la defensa global de los derechos humanos.