
La animación volvió a marcar pauta este año con propuestas tan diversas como audaces: desde personajes multicolores que viajan en el tiempo y hongos con propiedades regenerativas, hasta espíritus malignos y estrellas del pop convertidas en cazadoras de demonios.
En esta selección, que abarca producciones de cine y televisión, algunas destacaron por la fuerza de su animación, mientras que otras sobresalieron por su narrativa innovadora y la solidez en la construcción de sus universos. En conjunto, todas lograron combinar contenido y estilo de forma sobresaliente, posicionándose entre lo más destacado del año.

En la vibrante serie de Adult Swim Common Side Effects, el hongo del ángel azul puede curar al instante incluso heridas mortales. En Lazarus, una serie de anime también de Adult Swim, la sustancia milagrosa es hapna, un analgésico potentísimo.
Aunque ninguna de estas series con remedios mágicos trata sobre la covid, ambas reflejan el miedo y el cinismo que han contaminado el discurso sobre el bienestar y la medicina desde la pandemia.
Excéntrica, impredecible y atrapante de principio a fin, Common Side Effects es un thriller conspirativo sobre Marshall, un micólogo torpe, barbudo y de boca diminuta. Se convierte en objetivo de la DEA, del gobierno y de las grandes farmacéuticas cuando descubre el raro hongo del ángel azul en una zona remota de Perú. Más allá de su acción de alto riesgo, Common Side Effects trata sobre todo de la ética de las industrias farmacéutica y médica, y de cómo distribuir de forma segura y accesible una panacea tan extraordinaria. La animación poco convencional de la serie (sus personajes tienen cabezas enormes pero rasgos diminutos) combina a la perfección con su sentido del humor oscuro y extravagante.
Por otra parte, Lazarus explora cómo cambiaría el mundo si una cura así, como el hongo ángel azul de Marshall, llegara a comercializarse. Lazarus comienza tres años después de que un científico llamado el doctor Skinner introdujera hapna y luego desapareciera. El mundo recibe la noticia de que hapna tiene una vida media de tres años; la mayor parte de la población morirá en unos 30 días si nadie logra encontrar el paradero del científico. El concepto es intrigante, aunque los engranajes de la trama a veces se queden cortos. Pero lo que realmente seduce es el mundo creado por Shinichiro Watanabe: una metrópolis futurista realizada con animación impecable y acompañada por la música vibrante y cargada de jazz que caracteriza al creador. (Ve “Common Side Effects” en HBO Max; “Lazarus” en HBO Max.)

Aunque los héroes de acción real de este año no lograron impresionar (sí, hablamos de Superman y los Cuatro Fantásticos), la animación ofreció de sobra guerreros superpoderosos para entusiasmarse.
El arte, el guion, la música: todo en el éxito de Netflix Las guerreras k-pop fue perfecto, incluso, como escribí hace unos meses, su comprensión de las comunidades de aficionados. No es casual que la trenza violeta de Rumi estuviera por todas partes este Halloween. Fue un fenómeno que realmente merecía su fama.
El éxito internacional Ne Zha 2, protagonizada por el adorable demonio-niño que da título al film, fue un festín visual. Esta película destaca por su escala y su nivel de detalle, igualados por los efectos visuales de un sólido equipo de animadores chinos.
El humor sano, los poderes espirituales ligados al mundo natural, el “modo jefe” azul y resplandeciente: en muchos aspectos, Iyanu recuerda a otra gran serie animada, Avatar: La leyenda de Aang. Pero las similitudes no son solo superficiales: ambas series logran presentar universos plenamente construidos, arraigados en tradiciones culturales no blancas. Iyanu se nutre de la cultura y la mitología nigerianas y presenta personajes negros de todos los estratos sociales, desde reyes y consejeros espirituales hasta guerreras y aldeanos que intentan salir adelante.
Ese hilo conductor es lo que verdaderamente une a estos relatos heroicos. Todas demuestran cuán más potentes pueden ser las historias basadas en tradiciones culturales específicas y en mitologías ya existentes, especialmente en una época de fatiga de superhéroes. (Puedes ver “Ne Zha 2” en HBO Max; 2Iyanu” en HBO Max. Echa un vistazo a “Las guerreras k-pop” en Netflix.)

Tanto en la película Arco como en la serie de Netflix Long Story Short, el paso del tiempo resulta esclarecedor y a la vez inquietante, y funciona como vehículo para una narración profundamente tierna.
En Arco, son los personajes quienes se desplazan a través del tiempo: cuando un niño de un futuro lejano llamado Arco toma prestado el armario mágico de su hermana mayor para viajar en el tiempo y ver dinosaurios, se desvía de su camino y se queda atrapado en 2075 con una niña llamada Iris. Incluso con su premisa de viajes en el tiempo —por medio de capas arcoíris deliciosamente al estilo Elton John— y su retrato de una sociedad en la que los profesores, las niñeras, los funcionarios y los guardias son todos robots, Arco se siente profundamente anclada en el presente. Después de todo, tanto Arco como Iris viven en épocas de tecnología avanzada en las que los desastres climáticos son una preocupación urgente y los seres humanos están cada vez más aislados.
Long Story Short, en cambio, va y viene a lo largo de la línea temporal de una sola familia judía. Hay muertes, celebraciones y peleas familiares, los recuerdos se mezclan como una baraja de cartas, y cada uno revela una nueva dimensión de estas personas que sacan lo mejor y lo peor de sí mismas, como suelen hacer todas las familias. Los detalles de esta historia son los que la hacen tan conmovedora y cercana, y el estilo artístico de la animación en forma de garabato de cuaderno, con su delgado trazo de lápiz, refuerza la sensación personal. (“Arco” se estrena en cines el 30 de enero; puedes ver “Long Story Short” en Netflix.)

Una niña belga que vive con su familia en Japón. La relación cambiante entre dos chicos que practican atletismo. En teoría, ninguno de estos argumentos parece especialmente deslumbrante. Pero ambos son la base de dos de las obras animadas más cerebrales y cautivadoras del año.
El deslumbrante estilo visual de Amélie y el secreto de la lluvia, junto con su narración reflexiva, da lugar a una película rebosante de asombro. El mundo de la joven Amélie está lleno de colores exuberantes, donde las flores pueden estallar repentinamente en flor para anunciar la llegada de la primavera. Ella es Dios, proclama al comienzo del filme, y la lucidez con la que sus luminosos ojos verde lima observan el entorno hace que la afirmación parezca verosímil. La historia más sutil es la confusión de Amélie respecto a su identidad nacional y al contexto histórico que la rodea: puede ser belga, pero se siente japonesa, como su niñera y su casero desaprobador, quienes aún cargan con los recuerdos de las pérdidas de la Segunda Guerra Mundial.
Cualquiera que conozca el subgénero del anime deportivo sabe que una sola competencia puede convertirse en un acontecimiento que cambia una vida. Ese es sin duda el caso de 100 metros, el absorbente trabajo posterior del director Kenji Iwaisawa tras su excéntrica y lacónica comedia musical On-Gaku: Our Sound. En lo que respecta a correr, Togashi es un talento natural, mientras que Komiya, de aspecto sombrío, no se adapta con la misma facilidad, aunque entrena con una determinación y una tenacidad extraordinarias.
100 metros nos lleva desde el primer encuentro de Togashi y Komiya en la secundaria hasta su adultez como atletas profesionales. Más que un deporte, correr se convierte en una cuestión de identidad y supervivencia para estos personajes. Y aunque la animación resulta impactante a primera vista, lo que más destaca es la dirección igualmente atlética de Iwaisawa, que sabe exactamente cuándo ofrecernos tomas paso a paso cargadas de suspenso en la pista y cuándo retirarse para dejar que la cámara explore las gradas del fondo. Los giros dramáticos de la animación —los cambios de fondos apagados y pálidos a un blanco y negro minimalista, y luego de regreso al color durante una carrera bajo la lluvia— animan aún más una película ya de por sí cautivadora. (Alquila “La pequeña Amélie y el secreto de la lluvia” en YouTube, Apple TV o Amazon Prime; puedes ver “100 metros” en Netflix a partir del 31 de diciembre.)

En esta serie de anime imperdible, un chico llamado Yoshiki se da cuenta de que su mejor amigo, Hikaru, ha muerto y ha sido poseído por una entidad ancestral que conserva los sentimientos y los recuerdos de Hikaru. Hay una deliciosa trama de misterio vinculada a la historia sobrenatural más amplia de su pueblo, pero el núcleo desgarrador del relato es la relación cambiante entre estos dos chicos. Es una amistad compleja y codependiente, atravesada por el deseo, el duelo y horrores macabros. (Puedes ver “El verano en que Hikaru murió” en Netflix.)