
Aunque a simple vista parezcan iguales, las lágrimas que derramamos por tristeza y las que surgen por felicidad no tienen la misma composición química ni el mismo impacto en el cuerpo, según diversos estudios científicos.
Las lágrimas emocionales diferentes a las que producen los ojos para mantenerse hidratados o limpiarse de impurezas contienen sustancias que varían dependiendo de la emoción que las provoca. Por ejemplo, las lágrimas de tristeza suelen tener más hormonas del estrés, como la ACTH y prolactina, mientras que las de alegría tienen una concentración más equilibrada de endorfinas, conocidas como las hormonas del bienestar.
Además, cuando se analizan al microscopio, estas lágrimas muestran estructuras cristalizadas diferentes, casi como si cada emoción dejara su propia huella en el cuerpo.
Estas diferencias refuerzan la idea de que llorar no solo es una respuesta emocional, sino también un proceso físico que ayuda al cuerpo a liberar tensión y restablecer el equilibrio interno.