
Es la vieja pregunta del millón de dólares, rublos o yuanes, ¿se atreverá el presidente Abinader a cruzar el Rubicón y propiciar las grandes transformaciones estructurales pendientes durante décadas en nuestro país?
En el momento de incertidumbre total que la presidencia de Donald Trump representa para el mundo, que afecta especialmente a los dominicanos por ser nuestro país (digámoslo con delicadeza) “parte de las nacionales de soberanía controlada e independencia limitada”, es hora de que las élites nacionales, con el jefe del Estado ejerciendo como tal, se atrevan a consensuar, sin aspirar a lograr la unanimidad, nuestras grandes y estructurales transformaciones.
Hablo, por ejemplo, de la educación, que tiene a los políticos de la ADP como retranca principalísima, y todo porque los muy señores se creen con derecho a cogobernar al MINERD sin respeto a la formación de los más pobres; hablo del montaje y aplicación efectivo del Sistema de Atención Primaria en la salud; la reforma y actualización de la ley de Seguridad Social para hacerla un poco más justa y favorable a los intereses del resto dela sociedad dominicana… y un etcétera más largo que el olvido. Hora es de preguntarnos, ¿soportará nuestra economía hasta 2029 sin gran pacto fiscal con la justicia social como bandera?
El país ha avanzado, pero los desafíos que inspiraron el Informe Atallí, el Informe del Gazebo, los mandamientos de una Estrategia Nacional de Desarrollo convertidos en un ejercicio de lamentable cinismo por todos nuestros gobiernos;las propuestas estratégicas de las convenciones del CONEP, y más recientemente los consejos y sugerencias de don Manuel Enrique Tavares (Don Ike) en el almuerzo de la Cámara Americana de Comercio (AMCHAMDR), todas esas recomendaciones siguen ahí, mientras el país espera; se arrabaliza institucionalmente en cualquier parte (en las calles especialmente), pero espera; el lavado de activos, el narcotráficoy la corrupción público-privada siguen siendo aquí los principales instrumentos de ascenso social… con la impunidad como bandera, mientras el país el espera.
Como en el poema “Los amorosos”, de Jaime Sabines, el país “no espera nada, pero espera/, sabe que nunca ha de encontrar/, pero espera”. Y es que, como ocurre con el amor de “los amorosos” del poema, en el país, los cambios estructurales que todos los gobiernos han evitado como el diablo a la cruz para no perder popularidad, todos esos cambios, ya digo, han sido y son “la prórroga perpetua”. ¿Hasta cuándo?
El Bulevar de la vida
Pablo McKinney