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La OEA, una visita y un cadáver muriendo

Recientemente, el señor Ramdin estuvo en nuestro país para asistir a la reunión de ministros de Interior y Policía de las Américas, y aprovechó para recorrer la frontera domínico-haitiana

Pablo McKinney
Pablo McKinney
22 julio, 2025 - 7:20 AM
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Secretario general de la OEA, Albert R. Ramdin, junto al ministro de defensa de RD, Carlos A. Fernández Onofre, en recorrido en la frontera domínico-haitiana
El bulevar de la vida
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Dadas las pésimas credenciales presentadas por el anterior incumbente, al nuevo secretario general de la OEA, Albert Ramdin, los dominicanos deberíamos llamarlo “Alberto el bueno”, concederle el beneficio de la duda, comprarle la esperanza de que pueda la entidad dejar de ser lo que siempre ha sido, un “ministerio de colonias”, desde que su creador gringo la utilizó de preservativo diplomático para justificar la invasión a nuestro país de sus marines gringos. Y que escuchen nuestros patriotas de memoria selectiva y “asigún”, que esa sí fue una invasión rastrera de humillación y muertos, muchos muertos, y demasiado olvido.

Tal que, recientemente, el señor Ramdin estuvo en nuestro país para asistir a la reunión de ministros de Interior y Policía de las Américas, y aprovechó para recorrer la frontera domínico-haitiana. Solo que, más que ir a confirmar lo que se conoce y nadie niega, que la frontera está estrictamente militarizada con retenes cada esquina, hubiese sido útil que el diplomático cruzara al lado haitiano y constatara in situ lo que solo hemos visto en videos: que Haití es el infierno, la suma de todas las pobrezas, carencias, caos y arrabalizaciones.

Y si por visitar estaba el señor, uno le hubiese aconsejado pasar por algunas pequeñas, medianas o grandes obras que, en territorio dominicano, construyen manos haitianas, domínico-haitianas, o dominicanas pobrísimas y siempre negras, que es lo que también ocurre en las plantaciones agrícolas del país. (Fuera el narcotráfico, la prostitución y lavado, ¿Qué sería del PIB de nuestra economía sin el aporte de la mano de obra indocumentada haitiana y domínico-haitiana?

Con estas visitas, don Alberto hubiera conocido el dilema en que vive parte de la población dominicana que ha comprado el relato de “la fusión de la isla”, la “invasión inminente” y la “soberanía en peligro”.  Así, por un lado, no queremos que los haitianos -con o sin documentos- asistan a nuestros centros de salud, ni que sus hijos estudien en nuestras escuelas pero, al mismo tiempo queremos tenerlos en sus guetos, trabajando en nuestras fincas, obras en construcción, custodia de apartamentos, si de manera irregular mucho mejor, pues a más ilegalidad más vulnerabilidad frente a las mafias de alianza público-privadas, cívico militares.

Es una pena que Don Alberto, el bueno, sólo haya visitado este lado de la frontera tan bien custodiada, ella, es cierto, “pero el cadáver, ay, siguió muriendo”. Sigue muriendo el cadáver.

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