
Lo que empezó como una broma ligera en redes sociales terminó convirtiéndose en el punto final de una relación de doce años. Un matrimonio en Grecia se enfrenta a una separación inesperada, con ChatGPT como detonante.
Esta historia, tan insólita como reveladora, desata preguntas inquietantes sobre hasta qué punto dejamos que la tecnología influya en nuestras decisiones más íntimas.
Un juego viral que se salió de control
Todo comenzó con una tendencia en TikTok, en la que los usuarios fotografiaban los restos de su café griego el equivalente al tradicional “marc de café” y le pedían a ChatGPT una interpretación “mística”. El juego, una mezcla entre tradición y digitalización, ofrecía una versión moderna de la tasseografía, un antiguo arte de adivinación.
La pareja, que vivía en Atenas, decidió unirse a esta moda sin imaginar el resultado. Lo que debía ser una experiencia divertida se transformó rápidamente en una amenaza para la estabilidad del hogar. La respuesta de la IA dejó a la esposa inquieta: hablaba de una supuesta infidelidad del marido con una joven cuyo nombre empezaría con la letra “E”. Una predicción que auguraba graves consecuencias familiares.
Mientras él se lo tomó con humor, ella lo interpretó como una advertencia seria. Tres días más tarde, lo echó de casa y comunicó la separación a sus hijos. Poco después, inició el trámite de divorcio.
Cuando las máquinas se convierten en oráculos
El caso, difundido por el medio griego Antenna News, generó un fuerte revuelo. El esposo, desconcertado, negó rotundamente cualquier infidelidad y señaló que la decisión se basaba en lo que calificó como un “delirio digital”.
Según sus declaraciones, no era la primera vez que su esposa se dejaba influenciar por elementos esotéricos: meses antes, había tomado decisiones familiares guiada por los consejos de una astróloga. Este patrón de comportamiento, sumado a la intervención de una inteligencia artificial, acabó por destruir el vínculo matrimonial.
Su abogado, al intervenir en la polémica, fue categórico: ChatGPT no puede considerarse una fuente confiable ni legalmente válida. Es una herramienta que genera texto a partir de patrones estadísticos, sin acceso a datos personales ni capacidad para predecir hechos. “Una IA no puede ser prueba de adulterio. No se puede deshacer una familia por una alucinación algorítmica”, sentenció el letrado.
Tecnología, creencias y decisiones personales
Este hecho insólito plantea una inquietud real: ¿hasta qué punto confiamos en la tecnología para guiar nuestras emociones o decisiones críticas? En una era en la que las IA están cada vez más presentes en nuestras vidas, su uso inadecuado puede tener consecuencias inesperadas.
La historia refleja un conflicto entre tradición y modernidad. Leer los posos del café es una práctica ancestral muy arraigada en Grecia. Pero al trasladarla a una herramienta digital sin alma ni intención, se corre el riesgo de malinterpretar su propósito. La diferencia entre jugar con una máquina y creer en sus “revelaciones” puede ser sutil… pero devastadora.
Este caso puede parecer una excepción, pero actúa como advertencia sobre la creciente dependencia emocional y espiritual que algunos están depositando en las tecnologías. Antes de confiar ciegamente en una pantalla, quizás conviene recordar el valor insustituible de la comunicación humana.
Y, sobre todo, que ni la inteligencia artificial más avanzada puede reemplazar la empatía, el juicio personal ni el diálogo sincero.