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En estos días, las palabras "apocalipsis" e "infierno" resuenan en Los Ángeles, no por un proyecto cinematográfico, sino por la dura realidad que enfrenta la ciudad. Los esfuerzos frenéticos para apagar los incendios y salvar vidas y edificios están en marcha, pero lamentablemente, no todos los intentos están dando resultados positivos.
Los incendios que han surgido en los últimos tres días se encuentran entre los más destructivos en la historia de Los Ángeles, causando al menos 10 muertes y obligando a 180,000 personas a abandonar sus hogares.
Más de 34,000 acres (más de 137 kilómetros cuadrados) han sido devastados solo por los incendios de Palisades y Eaton, cerca de Pasadena. Los testimonios hablan de barrios arrasados, casas desaparecidas y más de 10,000 estructuras destruidas. Donde antes había majestuosas viviendas y bienestar, ahora solo queda el silencio. Los testigos describen la escena como una ciudad fantasma, similar a los restos de un bombardeo o un huracán.
En Pacific Palisades, quizás el barrio más afectado, las imágenes de drones revelan la magnitud de la devastación en cuestión de horas, borrando años de historias personales de aquellos que invirtieron no solo dinero, sino también sentimientos y esperanzas en esas calles, creyendo que estaban a salvo. Sin embargo, la naturaleza y los incendios decidieron lo contrario.
Mientras se investiga el origen de esta trágica destrucción y si hay algún tipo de dolo involucrado, Los Ángeles vive con la angustia cada atardecer. La ciudad respira con temor, temiendo que un nuevo incendio se lleve consigo un pedazo de su hogar, mientras el olor a humo se ha convertido en parte del paisaje. Este aroma no solo oscurece el icónico panorama de la ciudad, sino que también simboliza el miedo que ahora prevalece en un lugar que solía ser refugio para muchos.