La temporada de la Navidad transforma la rutina diaria en una sucesión de encuentros familiares y celebraciones, donde las costumbres habituales se ven alteradas y el bienestar puede verse afectado. En este periodo, la convivencia y el clima festivo adquieren un papel central, y la adopción de hábitos saludables beneficia un fortalecimiento de los vínculos y disfrutar de las fiestas con mayor armonía.
Especialistas en salud familiar han identificado tres prácticas sencillas que, aplicadas con flexibilidad, pueden mejorar tanto la calidad de las celebraciones como el bienestar físico y emocional de quienes participan en ellas.
Profesionales en nutrición y salud familiar han detectado que la implementación de tres hábitos concretos puede marcar una diferencia significativa en la experiencia navideña. Estas recomendaciones, basadas en estudios recientes, buscan contrarrestar los efectos negativos de las alteraciones típicas de las fiestas y promover un ambiente más saludable y cooperativo en el hogar.
La preparación conjunta de los alimentos, con la participación activa de los niños en tareas como medir ingredientes o ayudar en la cocina, se asocia con una mayor disposición a probar nuevos platos y una reducción de los comportamientos selectivos a la hora de comer.
Los especialistas subrayan que la flexibilidad es fundamental: la comida familiar puede adaptarse a cualquier horario, ya sea desayuno, almuerzo o cena, según las necesidades de cada hogar.

Actividades como caminatas familiares, juegos de mesa o recorridos por el vecindario para observar las decoraciones navideñas pueden sumarse a lo largo del día y contribuir al bienestar general.
Además, los expertos aconsejan establecer límites claros al tiempo frente a pantallas, manteniendo las comidas libres de dispositivos electrónicos y promoviendo un uso intencionado y compartido de la tecnología, como ver películas en familia y conversar sobre su contenido.
El último se centra en la importancia de mantener rutinas de sueño estables. Los especialistas indican que los niños y adolescentes requieren entre 8 y 12 horas de sueño diarias, mientras que los adultos necesitan entre siete y nueve horas. La evidencia científica señala que uno de cada cuatro niños no duerme lo suficiente durante las fiestas, lo que puede aumentar el estrés y la hiperactividad.
Para mitigar estos efectos, se recomienda establecer horarios regulares para acostarse, incluir actividades tranquilas antes de dormir y ofrecer apoyo emocional, especialmente cuando los niños deben dormir fuera de casa o en entornos poco familiares.
En relación con el uso de pantallas, recomiendan que los padres o adultos a cargos establezcan límites claros y consensuados, reservando momentos específicos para el uso compartido de dispositivos.
Finalmente, mantener una rutina constante para la hora de dormir y anticipar los cambios de actividad puede ayudar a reducir el estrés y favorecer un descanso adecuado, incluso en medio de las celebraciones.
La experiencia de los especialistas indica que la incorporación de estos hábitos saludables puede contribuir a preservar la salud física y emocional en el hogar, incluso cuando el ritmo festivo desafía las rutinas habituales.
Fuente: Infobae