Muchas personas siguen dietas balanceadas y entrenan con disciplina, pero aun así la grasa abdominal parece no ceder.
Según expertos citados por Newsweek, el problema no siempre está en la alimentación o el ejercicio, sino en dos factores menos visibles pero igual de decisivos: el estrés crónico y dormir poco. Ambos alteran hormonas clave, ralentizan el metabolismo y favorecen la acumulación de grasa visceral, la más peligrosa para la salud.

El médico especialista en longevidad Resham Uttamchandani explica que el estrés sostenido dispara el cortisol, una hormona que en exceso promueve el almacenamiento de grasa en el abdomen.
Esta grasa no solo es difícil de eliminar, sino que también se vuelve “activa”, generando inflamación, antojos y resistencia a la insulina. Además, las células grasas del abdomen son más sensibles al cortisol, lo que incrementa el riesgo de diabetes y enfermedades cardiovasculares.

La falta de sueño es otro factor crítico. Datos de la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición de EE. UU. muestran que quienes duermen poco tienen tasas más altas de obesidad.
Los expertos recomiendan rutinas de atención plena como meditación o respiración al inicio del día, exposición temprana a la luz natural, desayunos ricos en proteínas y regular el consumo de café. El ejercicio de fuerza ayuda a mejorar el uso de la glucosa, aunque en días de mucho estrés conviene optar por actividades más suaves como caminar o yoga.
En conclusión, dormir entre siete y nueve horas, practicar hobbies relajantes y fortalecer las relaciones sociales son estrategias que protegen la salud metabólica y emocional.