
El Museo del Vidrio de Corning, en Nueva York, inauguró una vez más su emblemática tradición navideña: un árbol de casi cuatro metros de altura compuesto por miles de adornos de vidrio soplado. La instalación, única en el mundo, atrae cada invierno a miles de visitantes que acuden a contemplar su peculiar brillo.
El árbol, elaborado por vidrieros residentes del museo, se arma durante varios días en el vestíbulo acristalado. Una vez instalado, un sistema de iluminación interna hace que la estructura resplandezca como una enorme bombilla festiva.

Eric Meek, director del programa de vidrio caliente del museo, participa anualmente en la creación y mantenimiento del árbol. Explica que aunque la mayoría de los adornos se reutilizan, algunos se rompen durante la instalación y deben reemplazarse en los talleres de soplado del museo.
Cada pieza posee un pequeño gancho de vidrio en la parte superior —la parte más frágil— que permite colgarla. La ubicación de los adornos cambia cada temporada, por lo que el árbol nunca luce igual dos años consecutivos, algo que sus creadores consideran parte de su encanto.
Aunque los adornos del árbol no están a la venta, los visitantes pueden participar en clases para fabricar sus propias esferas navideñas. Bajo la guía de técnicos especializados, los participantes eligen colores y formas y soplan aire sobre vidrio fundido para crear piezas personalizadas.
Steve Gibbs, director sénior del programa de vidrio caliente y creador conceptual del árbol, destaca que trabajar con vidrio permite a las personas experimentar “la fuerza de la naturaleza al transformar arena en arte”. Su objetivo, afirma, fue diseñar una obra que uniera a la comunidad y a la vez captara la atención internacional.