
Ocurrió hace unas semanas, mientras me documentaba para escribir sobre las bondades del sistema educativo finlandés. En la avenida Máximo Gómez, esquina John F. Kennedy, un “limpiavidrios” rompió los cristales de un vehículo porque el conductor se negó a permitir que los limpiara.
Hechos como este suceden frecuentemente, solo que en esta ocasión hubo un video que permitió confirmar la agresión. Pero, como tantas otras veces, esta vez, tampoco ocurrió, ocurrirá nada. Es la paradoja gris de una democracia sin demócratas.
En el patio nacional, para aplicar la ley a un delincuente in fraganti no hay autoridades competentes ni incompetentes, lo que nos conduce al dilema en que viven los miembros del Club de los Pendejos: A los delincuentes pobres no se les aplican las leyes porque son pobres y muchos, y a los muy ricos tampoco porque son muy ricos y poderosos, lo que deja solos en la cancha a la amplia clase media, fuente originaria del club.
La pregunta que denuncia la injusticia sobre lo ocurrido es la siguiente: ¿Qué hubiese pasado si la piedra que rompió el cristal del vehículo hubiese impactado en la cabeza de la hija del conductor, y éste, con un arma con licencia de porte y tenencia hubiese respondido haciendo lo que haría cualquier padre con una hija asesinada en sus brazos? Ocurriría otra tragedia y en minutos todo el andamiaje policial y judicial del Estado se haría presente en el lugar para aplicar con jodida rigurosidad todos los artículos, adjetivos y adverbios del Código Penal, incluido el de la “proporcionalidad de la fuerza”, que manda al agredido a no utilizar más fuerza “que la estrictamente necesaria para lograr el objetivo deseado”, que en este caso sería detener, quizás con un abrazo, al asesino de su hija… y una M que no es de martes.
La aplicación selectiva de las leyes, y el miedo de los gobiernos a aplicarlas cuando hacerlo puede disminuir su popularidad a corto plazo, están minando las esencias, los valores de nuestra democracia en malaria.
La indignación, el sentimiento de orfandad y el reciente aumento de la abstención electoral nos está diciendo, que para las elecciones del 2028 o del 2032… los dominicanos estamos construyendo un Frankenstein cínico y populista, entre Erdogan y Bolsonaro, con algo de Duquele, mucho de Erdogan, y demasiado de Donald Trump. ¡Que la Magdalena nos guíe!.
El Bulevar de la vida
Pablo McKinney