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Desinformación, manipulación, movilidad social y cohesión social

Candido Mercedes
Candido Mercedes
28 enero, 2025 - 10:32 PM
13 minutos de lectura

Por Cándido Mercedes

“Por desgracia, cuando los retos mundiales exigen respuestas desde una ética cosmopolita y la IA hace posible la comunicación entre todos los seres humanos, se está produciendo el eclipse de esa razón que podría orientarlas adecuadamente, el oscurecimiento de la razón comunicativa.

 Surge entonces de nuevo ese callejón sin salida al que nos condujo en el siglo pasado el llamado “triunfo de la razón instrumental”, de la razón estratégica, y que hoy impide el progreso de las sociedades democráticas”. (Adela Cortina: ¿Ética o ideología de la inteligencia artificial?

Parafraseando al laureado poeta, novelista, cuentista y ensayista uruguayo Mario Benedetti, quien nos decía “cuando teníamos todas las respuestas, nos cambiaron todas las preguntas”.

Aquella frase, hoy, retumba con más fuerza dada la alta velocidad de los cambios, merced a la disrupción cuasi iconoclástica de la tecnología. La destrucción creativa shumpentenaria, en su génesis, no queda obcecada en el nuevo paradigma tecnológico, empero, ostensiblemente nimia.

En medio de esa hiperevolución, transformación tecnológica, nos encontramos en la esfera de la reflexividad, expectantes, pues no se avizoraba a corto y mediano plazo una erosión, retroceso, en el orden de la información, de la comunicación, cuyo epicentro fuera la verdad, con el mayor rigor, objetividad, validez, confiabilidad, teniendo como matriz y diámetro la ética.

Es obvio que la desinformación, manipulación, los fake news, como portaestandarte, forman parte de una construcción social y política llevada en su esfera de la inobservancia de la búsqueda de la realidad, de los hechos, para el encuentro de la verdad. Ahora, a través de la alta tecnología, la información, tiene como clave el poder. Un poder que se asienta como espina dorsal en la mentira.

La tecnología hace que a través de su instrumentalización (Facebook, X, Instagram) la mentira no sea propia de un mitómano, de un megalómano, que en sus trastornos de personalidad cobre el manto de antisocial, obsesivo compulsivo y narcisista. Si no, las tienen, las incorporan, pues es el eje esencial del populismo ultraconservador que lo dinamita todo, sin un hueso de racionalidad.

La desinformación, la manipulación, hoy constituyen uno de los grandes desafíos de la democracia, pues el deterioro y la degradación del periodismo ha traído consigo la yuxtaposición entre verdad/mentira. 

El tambor del inmenso ruido de las redes, sin contemplación, sin contexto, sin el hecho, ni el cuándo ni el cómo ni el porqué; ruptura la transparencia y cobra cuerpo la opacidad. Se eclipsa, entonces, el andamiaje del poder y contrapoder. Igualar la verdad con la mentira es como generalizar: somos todos iguales y todos somos corruptos. Igualar, a través de la falacia lógica de la equivalencia, es un punto medular de los ideólogos populistas de la ultraderecha. 

Es la manera de achicar el pensamiento crítico. La posverdad se convierte en el escenario icónico para los fake news. Una real mediamorfosis se ha apoderado del rol estelar de los medios. El papel de los populistas ultraconservadores para pulverizar a todos aquellos que se oponen a su demencial enajenación.

 Es proverbial, obedece a la aceleración para poder cubrir la apariencia con la realidad: disfrazare de demócratas, aprovechar las instituciones democráticas para desde ahí subvertir hacia el autoritarismo atroz la dictadura, utilizando la palabra vacío de significado, sin cuidar el lenguaje semiótico ni del cuerpo. Autocracia e impunidad constituyen el as y el envés de una misma moneda. 

La desinformación y manipulación van deteriorando el clima de gobernabilidad y gobernanza de un país, independientemente del grado de desarrollo material de una sociedad determinada.

La sistematicidad de la manipulación, de la desinformación, de los fake news, del rol de las redes sociales, sin “filtros”, todo ello bien pensado por las elites políticas y económicas han devenido en una disminución de los indicadores de gobernanza y gobernabilidad. Ellos son:

 1.- Voz y rendición de cuentas.

 2.- Estabilidad política y ausencia de violencia y terrorismo.

 3.- Efectividad del gobierno.

 4.- Calidad regulatoria.

 5.- Estado de derecho.

 6.- Control de la corrupción.

Teodoro León Gross en su magnífico libro La muerte del periodismo nos dice como la seducción y la confrontación nos inundan, al señalar “El Trumpismo, por lo demás, no crea nada nuevo. La manipulación ahora identificada como posverdad, los bulos ahora llamados Fake news, el partidismo definido ahora como polarización no son fenómenos desconocidos.

 Trump, es un acelerador de esos fenómenos que se manifiestan en la debilidad de las normas democráticas, por una polarización partidista extrema, una polarización que sobrepasa las diferencias políticas, al decir de Levitsky y Ziblatt, en su libro como Mueren las democracias”.

En América Latina y el Caribe, que vivimos una democracia famélica, de papel, una democracia sin delivery, al igual que el resto del mundo, estamos asistiendo a una desinformación y cruenta manipulación y polarización tóxica. Como nos dice el Informe de Riesgo Político América Latina del 2025 “… La fragmentación de la opinión pública ha generado profundas divisiones, dificultando el consenso y el diálogo entre distintos sectores de la sociedad. En paralelo, la circulación de noticias falsas y la manipulación de la información a través de plataformas digitales han alterado la percepción de la realidad política y social de los ciudadanos, erosionando la confianza en las instituciones democráticas y poniendo en riesgo la estabilidad política en varios países de la región”.

La movilidad social queda atrapada, enmarañada, en medio de la desinformación, pues esta gravita sobre la alienación del ser humano, haciendo que el culpable de su desgracia, de su falta de bienestar, de calidad de vida, del nivel de vida, de su crecimiento económico y social, su verdugo, “aparezca” como su salvador.

 La congelación y poca movilidad social vertical ascendente es una demostración empírica, factual, del modelo económico, que es basado en salarios bajos y empleos de poco valor agregado, de poca calificación y, en consecuencia, de un capital humano que no logra colocarse en los desafíos del siglo XXI.

Al mismo tiempo, la baja movilidad social vertical ascendente corresponde a la pésima redistribución de la riqueza, a una política fiscal sumamente regresiva y a un sistema educativo, de aprendizaje, de las primeras décadas del siglo XX. 

En nuestro país, el ingreso per cápita, que estaba en el 2014 en US$6,600 dólares, se elevó a US$8,600 dólares por habitantes en el 2019, para llegar en el 2023 a US$11,2000 dólares y a los finales del 2024 a US$11,500 dólares según el Banco Mundial. No obstante, reconocer esos ostensibles logros, al auscultar la realidad social nos encontramos que cerca de un 65 – 67% de la población no tiene acceso a ese promedio de ese crecimiento, lo que resalta, ejemplifica y gráfica que crecimiento no es desarrollo. ¡Es necesario el crecimiento, empero, no es suficiente!

Puede existir crecimiento de los indicadores económicos, sin embargo, si la desigualdad prevalece y en algunos momentos crece, la movilidad social de los actores sociales sigue desgarrada. En las décadas de los años 70, 80 y 90 del siglo pasado (XX), hubo una intensa movilidad social que se verificó en el escalón de la movilidad social intergeneracional. Las generaciones Baby Boomer, X, saltaron en la dialéctica social y una inmensa mayoría se colocó por encima de sus padres en la movilidad social vertical ascendente.

 Las generaciones Z, Millenials, Nativa digital, hoy, en término colectivo, no han podido sobredimensionar a sus progenitores. Cabe resaltar, que en término de preparación académica y de dominios de varios idiomas quedan mejor redimensionado. Lo que quiere decir que la educación no ha coadyuvado a promover la igualdad y a la movilidad social.

Ello es producto del diseño de una sociedad: la productividad y como crecemos, las burbujas en los poros de la economía dominicana, donde hay un fuerte componente de la economía subterránea y sumergida, acusando una informalidad pasmosa. 

Movilidad social, al decir de Anthony Giddens, son “Movimientos de individuos o grupos entre posiciones socioeconómicas ascendentes o descendentes, de acuerdo con una jerarquía establecida por sistemas de estratificación que tiene lugar particularmente en los sistemas de clases sociales”.

Tenemos una movilidad social ascendente muy frágil y volátil, donde el 55.6% de los empleos son informales y el promedio salarial es de RD$34,500.00, lo cual nos lleva a la insondable evaluación de que más del 80% de los asalariados no paga impuestos sobre la renta, al quedar exentos por la ley tributaria. Desde 2017 no se indexan los salarios por inflación, que en el interregno transcurrido debería estar en el costo promedio nacional de la canasta, que está en RD$46,251.42.

Al amparo de la baja movilidad social, consecuencia de la desigualdad, concurre una débil cohesión social que dificulta la integración, la confianza y la ausencia de proyectos colectivos. La cohesión social es el grado de integración y unión que se verifica entre los miembros de un grupo o una determinada sociedad. 

Para el gran sociólogo Emilio Durkheim la cohesión social “era la fuerza que mantenía unida a la sociedad permitiendo a sus miembros cooperar y vivir juntos”. La cohesión social es la manera como los seres humanos establecen los vínculos para viabilizar su existencia humana.

Como validar la integración y expresar la fluidez de la armonía. Es el campo del equilibrio social, a más distancia social menos cohesión, por eso a más desigualdad y marginalidad, a más exclusión menos grado de pertenencia.

 A más grado de solidaridad, de relaciones, de capacidad de encontrar respuestas comunes, en la búsqueda de objetivos comunes, de amistad, más cohesión. El leit motiv de la cohesión es la capacidad de una sociedad para mantenerse unida y en cooperación. 

La profunda desinformación impide la cohesión social, pues la fragmentación originada por la manipulación, contribuye a alejar los proyectos comunes, a compartir ideas y a lograr el sentido de pertenencia, por vía de la armonía y la integración. La desigualdad genera por antonomasia, menor cohesión social y, en consecuencia, el grado de satisfacción y bienestar disminuye en el tejido social de una formación social. Movilidad social frágil y cohesión disminuyen, teniendo como centro del daño la desinformación y la manipulación como plataforma de hegemonía.

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