
Hemos llegado a tal punto de alienación que el falso interés y las intenciones veladas han permeado nuestras interacciones hasta el núcleo, al grado de que, cuando un ser humano se presenta ante el otro en su máxima sinceridad, despojado de artificios y guiado únicamente por la amabilidad genuina, es recibido no con gratitud, sino con sospecha.
La mirada del otro se torna recelosa, como si el gesto puro y desinteresado fuera una amenaza, como si la autenticidad misma desbordara la lógica de un mundo que ha olvidado cómo reconocerla. En su mente, se gesta una inquietante duda: "¿Qué pretende este ser que aún se atreve a ser él mismo en medio de tanta falsedad?"
¿Es posible que la pureza se haya convertido en un acto subversivo?
Vivimos en una sociedad que, con el paso del tiempo, ha erosionado las bases de lo auténtico, convirtiendo la bondad y el compañerismo genuino en un acto de resistencia. En un entorno donde la desconfianza se cultiva como una norma tácita, donde cada gesto sincero se examina con sospecha y cada impulso de solidaridad se ve como una debilidad a explotar, nos vemos obligados a revisar incluso lo más puro de nuestras intenciones.
Este mundo, que hace ya tiempo se deshizo de la fe en lo bueno, ha arrastrado nuestras relaciones a una lógica en la que lo genuino se percibe como un lujo, y la maldad se disfraza de pragmatismo, como si la frialdad calculadora fuera la única forma válida de actuar.
Sin embargo, en medio de esta niebla moral, yo sigo creyendo en lo bueno, en esa luz tenue que persiste, a pesar de todo. Esa creencia, esa fe inquebrantable en la bondad, me enfrenta a un abismo: el de una sociedad que ha perdido la capacidad de reconocer la autenticidad y que prefiere el cálculo frío al calor del gesto desinteresado.
La maldad, entonces, no solo me espanta; me aterra, porque es el rostro desolado de un mundo que ha olvidado cómo maravillarse ante lo puro. En este caos moral, ser fiel a lo bueno no es solo un desafío, si no un acto de valentía extrema, una rebelión silenciosa contra el oscuro sistema que corrompe todo lo que toca.