
Tal que, el pasado martes contaba aquí, que las miserias humanas -y en especial las miserias políticas,- son inagotables.
Y lo decía, para referirme a la campaña de difamación contra del Defensor del Pueblo, Pablo Ulloa, aunque, en la página web de la institución están los datos y las estadísticas que desmienten las burdas calumnias, incluida la de asignar el gasto de una tarjeta de crédito durante todo un año, a un solo mes. (A veces, como en esta ocasión, no se trata de ignorantes ni enganchados sino de cultos licenciados).
En su página y sus discursos responde y desmiente calumnias el Defensor del Pueblo, que sólo durante el 2024 recibió 9,324 casos, y respondió con efectividad el 96.2% de ellos, con un aumento de 109.5% respecto al año pasado.
“Y se atendieron más de 965 casos de oficio, un aumento del 271%, y también las inspecciones, que aumentaron en un 54%”. También durante 2024, “más de 312,000 personas fueron impactadas por programas formativos, campañas, redes sociales y alianzas académicas”.
El Defensor del Pueblo parece tener claro que educar en derechos es blindar la democracia, en el momento en que ella más lo necesita, acosada por caras pálidas, eslavas o mulatas, en Venezuela, en Estados Unidos, en Rusia, Hungría, El Salvador o Nicaragua.
Mi dilecto ministro de Cultura, Roberto Ángel Salcedo, deberá perdonarme. Las palabras tienen poder, y las buenas palabras tienen más, pero nada tan poderoso y convincente como los benditos hechos, el facto, la terca realidad ¡tan verdadera! Por eso, según la Encuesta Nacional de Derechos Humanos 2024, el Defensor del Pueblo tiene el respaldo del 57.5 % de los dominicanos, lo que le convierte en el organismo con mayor confianza del ciudadano en la defensa de sus derechos fundamentales.
Si “por sus hechos los conoceréis”, por sus derechos den la vida.
Aunque también ha respondido cada falsedad con datos, la realidad habla por el Defensor del Pueblo, que ha sido para el país un vaso de agua fría, un café en el barrio, un viento solidario, en momentos en que el populismo, la polarización, en un nefasto marco de posverdad, está lanzando a las democracias occidentales de todo el mundo a las manos de “lo peor de cada casa”, y con cierto respaldo popular que es lo más preocupante.