
Entre el lunes y martes de esta semana los líderes políticos de Estados Unidos y China se han reunido para buscar reducir las tensiones comerciales acumuladas en los últimos meses, producto de las políticas arancelarias de la administración de Donald Trump y que ha encontrado respuestas firmes de la parte china.
Desde su retorno a la presidencia en enero, Trump ha reconfigurado las relaciones comerciales de Estados Unidos con el resto del mundo, utilizando los aranceles como instrumento de presión en sus negociaciones.
Luego de meses de conflictos comerciales, la administración de Trump se ha mostrado abierto al diálogo, aunque no se conoce el contenido exacto del “consenso” y su aplicación dependerá aún de la aprobación de Donald Trump y Xi Jinping.
A finales de mayo, el Tribunal de Comercio Internacional acusó al presidente de Estados Unidos de haber excedido sus competencias al imponer aranceles de manera generalizada, una atribución reservada al Congreso.
Por eso, el fallo, emitido desde la sede del tribunal en Manhattan abarcó los aranceles impuestos a Canadá, México y China como medida de presión para combatir el tráfico de fentanilo, así como los recargos aplicados a todos los productos importados a Estados Unidos. Para ellos las tasas oscilaban entre el 10 % y el 50 %, dependiendo del país de origen.
Además, cuestionaban la medida del arancel global del 10 %, las tarifas impuestas el 02 de abril conocidas como “aranceles del Día de la Liberación”. La administración Trump apeló la resolución. Menos de un día después de la suspensión, un tribunal federal determinó mantener provisionalmente los aranceles mientras se resuelve el caso de fondo.
Este martes, la corte de apelaciones ratificó que los gravámenes podrán seguir aplicándose hasta nuevo aviso. Asimismo, ordenó que el caso se resuelva con celeridad, al considerar que plantea “cuestiones de importancia excepcional”, y programó una audiencia para el 31 de julio.