
Alrededor de 800 clínicas privadas en Rusia han dejado de ofrecer servicios de interrupción del embarazo, en un contexto marcado por políticas estatales orientadas a frenar la caída de la natalidad y por la influencia de iniciativas impulsadas desde el Gobierno y la Iglesia ortodoxa.
Así lo informaron este miércoles medios locales, citando datos oficiales.
De acuerdo con Fiodor Lukiánov, jefe de la Comisión Patriarcal para Asuntos Familiares, estas clínicas están ubicadas en al menos 14 regiones del país. La decisión más reciente corresponde a la cadena médica Chance, que opera en la región de Sverdlovsk y que optó por cancelar la prestación de abortos en sus centros.
En la República de Altái, el gobernador Andréi Turchak exigió hace una semana a la última clínica privada que aún practicaba abortos en la región que renunciara a su licencia. Según declaró, el centro Euromedcenter dispone de plazo hasta finales de este año para realizar el trámite de cancelación.
Por su parte, la ministra de Salud de Altái, Altynái Pútina, explicó que inicialmente nueve clínicas contaban con licencias para practicar abortos en la región, pero que, tras conversaciones con las autoridades locales, ocho de ellas decidieron cancelarlas voluntariamente.
Estas decisiones se enmarcan en un contexto de creciente preocupación oficial por la disminución sostenida de la natalidad en Rusia, una tendencia que el propio presidente Vladímir Putin reconoció recientemente como un desafío prioritario para el país.
El año pasado, el Parlamento ruso aprobó una ley que prohíbe la propaganda de la ideología childfree, la cual defiende el derecho de las mujeres a no tener hijos. Además, el Gobierno anunció que destinará en los próximos tres años 37,500 millones de rublos —más de 402 millones de dólares— a programas para promover la natalidad.
Medios locales también informaron a comienzos de este año sobre una reducción en el suministro de medicamentos utilizados para practicar abortos en clínicas del país, en línea con las políticas estatales para revertir la crisis demográfica, agravada en los últimos años y profundizada tras la guerra en Ucrania.