x
Síguenos
Denuncias aquí (809) 762-5555

CD9, 143 y KMS: el idioma que tus hijos usan para gritarte en clave

Mientras sonríen en una foto o comparten un video divertido, pueden estar enviando mensajes que reflejan dolor, soledad o pensamientos desesperados.

Jenny Henríquez
Jenny Henríquez
3 octubre, 2025 - 2:02 PM
4 minutos de lectura

Tus hijos te hablan… pero tú no los escuchas. Entre emojis, números y abreviaturas, han creado un lenguaje secreto que circula a toda velocidad por WhatsApp, TikTok o Instagram. Lo que para ti parece un juego inofensivo puede ser un mensaje de amor, un aviso de peligro o un grito silencioso que nadie descifra.

“143” significa I love you. “CD9” alerta que “los padres están cerca”. Y luego está “KMS”, la estremecedora abreviatura de Kill myself. Mientras sonríen en una foto o comparten un video divertido, pueden estar enviando mensajes que reflejan dolor, soledad o pensamientos desesperados.

No son solo códigos; son confesiones cifradas. Muchos adultos piensan que son juegos de adolescentes, travesuras sin importancia. Se equivocan. Detrás de estos mensajes hay miedo, presión social y emociones que necesitan ser escuchadas. Algunos códigos nacen del juego, otros del sufrimiento. Y si no los entendemos, los ignoramos bajo la ilusión de que “todo es parte de la adolescencia”.

Fenómenos como el algo-speak —escribir “an-alive” en vez de “suicidio” o “S3X0” en lugar de “sexo”— no son simples inventos. Son intentos de comunicarse sin ser censurados, de decir lo que sienten sin exponerse. La creatividad adolescente, que antes se veía solo en juegos, ahora es también una estrategia de supervivencia emocional. Ignorarla es construir un muro frente a la ayuda que necesitan.

Este lenguaje secreto revela un vacío profundo: los adultos no escuchamos como deberíamos. La escuela, los padres, la familia: todos podemos mirar sin realmente ver. Nos centramos en reglas, horarios y calificaciones, mientras mensajes que podrían salvar vidas pasan inadvertidos. Cada “KMS” ignorado, cada “CD9” que pasa desapercibido, es un recordatorio de que nuestros hijos hablan un idioma que nos exige entender, escuchar y actuar.

No se trata de espiar teléfonos ni invadir su privacidad. Se trata de abrir canales de confianza, de preguntar sin juzgar y de escuchar sin interrumpir. Cada adolescente necesita saber que hay alguien dispuesto a recibir su mensaje, incluso si está escrito en clave. Cada adulto tiene la responsabilidad de descifrarlo antes de que sea demasiado tarde.

La pregunta que queda en el aire es inevitable: ¿estamos preparados para traducir el idioma secreto de nuestros hijos o seguiremos fingiendo que no lo entendemos? Cada silencio, cada mirada de indiferencia, puede costar más que un mensaje perdido. Puede costar una vida.

Nuestros hijos hablan. Ahora nos toca escuchar.

Más Vistas