
La emblemática playa de Bondi, uno de los principales atractivos turísticos de Sídney, amaneció este lunes casi desierta y en silencio, en contraste con su habitual dinamismo. Flores, velas y mensajes de duelo cubrían el lugar tras el atentado terrorista perpetrado durante una celebración de Janucá, que dejó al menos 16 personas fallecidas y más de 40 heridas, en el tiroteo más grave registrado en el país en las últimas tres décadas.
El ataque ocurrió la tarde del domingo en el parque Archer, próximo a la playa, donde se desarrollaba una actividad festiva de la comunidad judía. Según confirmaron las autoridades, dos hombres armados abrieron fuego contra los asistentes, generando escenas de pánico en una zona frecuentada por residentes y turistas.
Vecinos del sector expresaron su sorpresa y consternación por lo ocurrido. Algunos relataron que horas antes del ataque la zona transcurría con normalidad y destacaron que Bondi es reconocida como un espacio seguro y multicultural, alejado históricamente de hechos violentos.
Entre quienes acudieron a rendir homenaje a las víctimas se encontraban residentes y antiguos habitantes del barrio, quienes describieron el ambiente como devastador y difícil de asimilar. Varios coincidieron en resaltar el valor simbólico de Bondi como punto de encuentro de personas de distintas nacionalidades y credos.
Las autoridades informaron que 14 personas murieron en el lugar del ataque y dos más fallecieron posteriormente en centros de salud, entre ellas una niña de 10 años. Las víctimas tenían edades comprendidas entre los 10 y los 87 años, de acuerdo con datos oficiales del estado de Nueva Gales del Sur.
La Policía confirmó que los atacantes eran padre e hijo, de 50 y 24 años, armados con rifles. El primero murió tras ser abatido por los agentes, mientras que el segundo permanece hospitalizado bajo custodia policial en estado crítico.
El caso está siendo investigado por el Equipo Conjunto de Lucha contra el Terrorismo, luego de que el comisionado de Policía de Nueva Gales del Sur declarara formalmente el hecho como terrorismo y activara medidas especiales de seguridad para prevenir nuevos incidentes.
El primer ministro australiano, Anthony Albanese, calificó el atentado como un acto de terrorismo y antisemitismo, al afirmar que el suceso “golpeó el corazón de la nación”. Diversas organizaciones religiosas y comunitarias, incluidas entidades musulmanas, condenaron de forma unánime el ataque y expresaron solidaridad con las víctimas.
Australia mantiene históricamente bajos niveles de violencia armada desde el endurecimiento de sus leyes tras la masacre de Port Arthur en 1996. No obstante, este atentado representa el primer ataque mortal contra la comunidad judía en el país, en un contexto de aumento de incidentes antisemitas reportados en el último año.