
El problema de la puntualidad en el cumplimiento del horario escolar es el primer escollo que diariamente los centros educativos públicos y privados tienen que enfrentar.
La Ordenanza 05-2023 en su artículo 8.i.- [sobre los deberes del estudiante] reza: “Asistir diaria y puntualmente a clases, y cumplir con el horario escolar establecido”.
Pero en el artículo 17.b.- [sobre las faltas leves] dice: ”Llegar tarde y/o fuera de horario al centro educativo sin previo aviso. La familia, desde la primera tardanza del estudiante, informará al centro educativo el motivo de esta, por las vías pertinentes. De continuar esta práctica, el centro indagará la causa y se reunirá con la familia para buscar alternativas de solución”.
Es decir, que la Ordenanza 05-2023 afirma y niega a la vez. Porque si dice que hay que “Asistir diaria y puntualmente a clases…” y a la vez dice, “que llegar tarde” es falta leve, aquí ya estamos hablando de una contradicción en los términos prácticos.
Porque si llegar tarde no tiene ninguna sanción ni ninguna consecuencia, sabemos y experimentamos cada día lo que pasa.
Si a eso agregamos la filosofía dominicana del “un chin más o un chin menos”; “eso e’lo’mimo to”; o, el típico, “na’e na”.
Pero la impuntualidad nunca será a favor de llegar más temprano o comenzar un acto antes de lo establecido. Incluso, hay dominicanos que se enojan si se les reclama por llegar 5 minutos después a una cita o una actividad pactada para iniciarse a x horario. He escuchado decir con frecuencia: “deja tu dramatismo”.
Pero volviendo al artículo 17.b.- de la Ordenanza 05-2023, nos encontramos con ingenuidad e ignorancia supina [por falta de contacto con la realidad y escribir normativas desde oficinas con sillas caras, escritorios preciosos y aires acondicionados].
Analicemos esta afirmación y mandato: “La familia, desde la primera tardanza del estudiante, informará al centro educativo el motivo de esta”.
1.- Es escasa la familia que lo haga.
2.-El centro es que tiene que andar indagando.
3.- A lo sumo, algún papá informa por algún chat común que su hijo no irá a clases. Es decir, no usa la formalidad adecuada y los canales correspondientes.
Cita complementaria de este artículo: “De continuar esta práctica, el centro indagará la causa y se reunirá con la familia para buscar alternativas de solución”. Evidentemente, así se procedería si dijéramos que los estudiantes que llegan tarde fueran 4 o 5 o poquito más.
Pero cuando a ti te llegan, después de las 8:00 am, 30, 40, 70, 100, 150 o más; o, 178, como contamos en un centro educativo la semana pasada [incluso, católico el centro y de convenio], en donde la última en llegar fue una joven a las 8:51 am [y según el portero, es costumbre permanente de esa estudiante]; o incluso, como me pasó a mí, que en un centro donde estuve, un día llegaron 217 estudiantes [50%+1] después de las 8:00 am y cantamos extra, 5 veces el Himno Nacional.
Ese día, la Sra. Directora, cuando me vio mareado, me dijo: “padre, siéntese que le va a dar una cosa”. Ahí fue cuando reaccioné y le dije a mi querida Maestra, por favor, suélteme las manos que vamos a arreglar esto.
Pero estas cifras que menciono aquí no son inventadas. Son concretas, y muchas de estas historias vividas, tan concretas, que las conservo anotadas [y en el Centro Educativo San Francisco les hago anotar en el cuaderno de firmas a tales fines, todavía], por parte de cada uno de los estudiantes que han llegado tarde.
Naturalmente, cuando no son cantidades exorbitantes de muchachos impuntuales.
Lo que digo es, que si te llegan 5 o 6, póngale 10 o 12, [para exagerar] estudiantes tarde, el equipo de Orientación y Psicología y el equipo de gestión se pasará media mañana afanando en poner las cosas en orden.
Ojo, esto es si decimos que se cumplen con los protocolos. Supongamos que son 40 estudiantes. El centro no tiene capacidad para dar abasto al gravísimo problema, por ejemplo, de llamar a los papás para preguntar por qué su hijo llegó tarde.
Agréguemele a eso, que los jóvenes actuales son reacios a toda normativa. No quieren participar del acto de la bandera y el canto del Himno Nacional. De hecho, muchos de ellos, generalmente, llegan temprano y se quedan en la esquina, o en la cafetería de enfrente, para no participar de nada.
El título de este artículo, mismo que no he terminado, viene al caso, porque ayer mismo, por haberme extraviado de camino hacia el Distrito Educativo, me tuve que ir por una ruta que me obligaba a pasar frente al principal Liceo de aquí.
Pues, el viernes pasado, yo fui invitado a decir unas palabras sobre disciplina y puntualidad a dicho centro. Y a sumarme como miembro de Participación Comunitaria del Distrito y como sacerdote católico de la comunidad, a la batalla iniciada por el Centro Educativo para poner en orden esta situación.
Hablé ante más de 250 padres y luego hablaron varias personalidades y autoridades del centro educativo y miembros de los organismos de participación. Ya se había hablado hasta con el director de Distrito y, por supuesto, se informó a los estudiantes y a sus padres, madres o tutores, de las medidas a partir de ayer lunes, porque el límite de horario para entrar sería a las 7:50 a.m.
Yo pasé a las 8:25 am y me paré para grabar. Todavía quedaban cerca de 85 estudiantes en las inmediaciones. Pero ya se había ido una cantidad similar.
El Liceo Politécnico tiene 600 alumnos. Y me acerqué a la puerta del Liceo Politécnico y de inmediato los estudiantes agachándose para que no les grabara. Y escuché un grito que dijo: “Padre, esa es una injusticia, nos dejan afuera”. Y yo respondí: “bien deja’o”. Y grité: “Maestra, no los deje entrar, que eso se acordó”.
En la puerta había una comitiva representativa de la APMAE y una representación de maestros junto al equipo de gestión trazando la raya de Pizarro.
Y les digo, que no den un paso atrás, Maestra. Lo mismo digo a la APMAE del centro. Llamo a una rebelión conjunta para comenzar por lo más básico. Porque el Ministerio y sus organismos no quieren saber nada de acciones como estas.