
Fue en los ardores de la campaña electoral de 2016 cuando, al entrevistarlo en nuestro programa sabatino para Color Visión, Luis Abinader, algo molesto por mi insistencia en el tema de la corrupción y sobre todo de la impunidad, me dijo con firmeza, “yo tengo amigos, Pablo, yo no tengo cómplices”.
Recuerdo que con gadejo le respondí: “Mira, Luis, que esto se graba, esto queda en YouTube”, y en YouTube quedó.
Pasaron los años, y Abinader continuó repitiendo la frase cada vez con mayor contundencia. Llegó el 2020, ganó las elecciones, otorgó independencia al Ministerio Público en lo que a la lucha contra la impunidad se refiere; pero seguía uno desconfiado por tantas decepciones recibidas. Era normal.
No estamos los dominicanos acostumbrados a que, llegada la hora de los hornos, un jefe del Estado -en este tema- se atreviese a pasar “de las palabras a los hechos”… y Luis se atrevió; imagino que con gran pesar y una decepción mayor al tener que escoger entre la amistad y la dignidad, entre el amigo y su legado personal, familiar y político al país. Pero lo hizo.
El coraje demostrado por el mandatario es doble, pues sabe muy bien cuánto habrá de afectar a su gobierno y su partido este escándalo.
No olvidemos que el talón de Aquiles de los gobiernos del PLD no fueron ni la modernización, ni la estabilidad macroeconómica, ni la política social, sino la corrupción y especialmente la impunidad. Y el PRM acaba de fallar en la que hasta ayer era su gran ventaja comparativa frente a los dos PLD.
Por sus características, el caso SENASA remite a Baninter y a Odebrecht. Ambos escándalos, -entre otras razones-, costaron el gobierno a Hipólito Mejía y a Danilo Medina. ¿Ocurrirá igual con el PRM y SENASA? Dependerá de cómo termine el proceso judicial.
Si no hay réplicas de este terremoto, y la justicia dominicana logra el milagro de dictar sentencia definitiva a este escándalo, (que supera en ignominia, crueldad, deshonra, y degradación humana a TODOS LOS ANTERIORES), quizás, podría tener el PRM alguna oportunidad para 2028, a pesar de la desventaja añadida de que su mejor candidato, -honrando una vez más su palabra empeñada aquel sábado, en McKINNEY para COLOR VISIÓN-, no aspirará a una segunda reelección.
Razón que tenía Rafael Alberti, si no las apoyan los hechos, “las palabras entonces no sirven…. son palabras”.