
El ronquido suele vincularse con situaciones divertidas o, en algunos casos, discusiones de pareja, pero los especialistas en sueño alertaron que, cuando se vuelve crónico, puede señalar problemas graves de salud.
La apnea obstructiva del sueño (AOS) es uno de estos trastornos y se asocia a mayor riesgo de hipertensión, enfermedades cardíacas, accidentes cerebrovasculares, diabetes y depresión.
De acuerdo con un estudio publicado en The Lancet, la apnea obstructiva del sueño afecta a 936 millones de adultos en el mundo, con mayor prevalencia en hombres que en mujeres.
1. No mantener un horario regular de sueño
La constancia en el horario es tan relevante como la duración del descanso. Una investigación liderada por la Dra. Lucía Pinilla determinó que dormir 45 minutos más durante el fin de semana incrementa en un 47% el riesgo de empeorar la apnea.
El sueño REM, que suele alargarse esos días, favorece una mayor parálisis muscular de la garganta. El Dr. Andy Whittamore recalcó: “A nuestros cuerpos les gusta la rutina y funcionan mejor cuando tenemos una rutina para acostarnos”.
Adoptar la posición boca arriba propicia el colapso de la garganta. “Dormir boca arriba permite que la gravedad tire de la lengua y el paladar blando hacia atrás, bloqueando las vías respiratorias”, explicó la coach del sueño, Alison Francis. La Dra. Pinilla añadió que el peso de los músculos y la boca suma presión, estrechando la vía aérea.
Las cenas abundantes retrasan el acceso al sueño profundo, ya que el cuerpo enfoca su energía en la digestión. Según explicó la Dra. Pinilla a The Telegraph: “Una cena tardía o copiosa puede hacer que nuestro sueño sea más ligero”.
El Dr. Whittamore enfatizó: “Si los músculos de las vías respiratorias se relajan, puede aumentar su obstrucción y reducir la respiración durante el sueño, lo que provoca ronquidos y apnea del sueño”.
Los medicamentos sedantes facilitan este proceso. Como alternativa, los especialistas propusieron el uso de compuestos naturales como melatonina o magnesio.
La temperatura óptima del ambiente oscila entre 18 y 20℃. Dormir en habitaciones calurosas aumenta el riesgo de despertares y episodios de apnea. Una investigación reciente de la Dra. Pinilla, publicado en Nature Communications, halló que las noches cálidas elevan un 45 % la probabilidad de sufrir AOS.
Algunos medicamentos para alergias pueden tener consecuencias no deseadas. “Generalmente hay dos tipos de antihistamínicos. Los sedantes causan somnolencia y aumentan el riesgo de apnea del sueño y ronquidos. Las versiones no sedantes (como cetirizina, loratadina y fexofenadina) son menos problemáticas”, afirmó el Dr. Whittamore.
El exceso de grasa en el cuello dificulta el paso del aire y eleva notablemente la incidencia de apnea. Francis explicó: “Los ronquidos y la apnea están relacionados con la obesidad, donde la congestión y el estancamiento obstruyen físicamente las vías respiratorias”. Una reducción del 10% del peso corporal puede disminuir la gravedad de la apnea hasta en un 50%.
El consumo nocturno de alcohol favorece la relajación muscular, prolongando los episodios de apnea. La Dra. Swapna Mandal advirtió a The Telegraph que “sabemos que altera la arquitectura del sueño, impidiendo que las etapas del sueño se completen como deberían”.
El tabaquismo produce inflamación en las vías aéreas superiores. “Causa inflamación y aumenta la probabilidad de roncar y padecer apnea obstructiva del sueño”, remarcó la Dra. Mandal. Además, existen registros de los daños potenciales del vapeo en la función pulmonar.
La tensión constante repercute en la respiración durante el sueño. Según Francis, “el estrés activa la respuesta de ‘lucha o huida’, lo que provoca una respiración superficial y clavicular y rigidez crónica en el cuello, la mandíbula y la garganta”. Esta tensión reduce el espacio de la vía aérea.